El Testamento que incomoda a Lasso y al Gobierno del Encuentro

Entrando al 2023, mi querido 2022  nos hereda una funda de caramelos desabridos, pues este año nos dejó más sinsabores que momentos dulces.

Al presidente, Guillermo Lasso,  el viejo año le deja un reclamo, porque después de una década de campañas y promesas resultó ser un fiasco. Al inicio se presentó con carácter y con una hoja de ruta para sacar a este país hacia la prosperidad, pero carente de criterio, de sentido común y de algún facilitador político medianamente eficaz, hizo todo lo opuesto al camino de la gobernabilidad y la consecución de los objetivos planteados.

El 2022 también le deja a Lasso varios puentes de comunicación quemados con la Asamblea y otros poderes del Estado, además de una caja de ‘alianzas políticas’ pegadas con saliva que buscaban enmendar sus errores con grupos poco confiables que, al final, no funcionaron.

Además, le deja al Gobierno del ‘Encuentro’, una brújula para ver si finalmente logra encontrarse. Apostaron a enmendar sus errores con una consulta popular en la que no se resuelven problemas estructurales del país y que no tiene el más mínimo mea culpa por parte de sus impulsores. Una vez más, revelaron su arrogancia y la negación ante la realidad de un país abandonado por la justicia y por las fuerzas del orden.

A la golpeada economía, el viejo le deja un pañuelos para secar las lágrimas, porque en materia de políticas económicas y reactivación, crecimos en un 2,7%, cuando la proyección del Banco Mundial era del 4%, es decir, un crecimiento lento que evidentemente no nos encamina hacia la tan cacareada reactivación económica.

A la inversión extranjera le deja un pésame porque no podemos aspirar a la inversión de capitales de otros países cuando aún tenemos un Impuesto a la Salida de Divisas del 4%. Por si fuese poco, nos mueven constantemente las reglas de juego en el ámbito tributario.

Otro de los afectados por 2022 es el Riesgo País, al que le deja como herencia un ibuprofeno para ver si le baja esa fiebre, porque aunque disminuyó desde las movilizaciones de octubre (1.945 puntos), sigue elevado. Hoy se mantiene en 1.256 puntos. Estas cifras representan un grave problema, pues cualquier préstamo al que aspire Ecuador, será muy costoso.

El año viejo 2022 le deja al Gobierno una manguera, para que apague esas cortinas de humo que le lanza constantemente al pueblo ecuatoriano. Celebra muy campante porque Ecuador, por primera vez, termina con éxito un proceso crediticio ante el FMI, algo que no se traduce en inversión, ni más trabajo, ni más seguridad.

A las políticas económicas les deja unas clases de administración, pues en 2022 las autoridades se dedicaron a aumentar los impuestos. Vivir en este país es cada vez más costoso, con una inflación del 4%. En 2020 el índice de inflación estaba en el 0.9% y para 2021 subió al 1,9%. Además, el empleo adecuado no creció. Sigue en el 33,7 % y el desempleo que, hasta agosto se ubicaba en el 4%, aumentó al 4,1%.

A Ecuador, 2022 le deja también las aspiraciones de cambiar. Ojalá el Gobierno tome estos presentes, aprenda de los errores y empiece a cumplir con sus promesas de campaña, antes de andar pensando en su poco probable reelección.

Finalmente, queda esperar que 2023 les traiga un alfiler a la casta de políticos ineficientes, a ver si revientan su burbuja, despiertan y, finalmente, trabajan por el país. De lo contrario, confirmaremos que tienen la enfermedad de los narcisistas que nos han gobernado: adicción al poder.