¿Por qué no se permite instalar un radar en el cerro Montecristi, Manabí? ¿A quién le conviene que no exista control aéreo? ¿Cómo el narcotráfico direcciona y manipula a políticos y supuestos comuneros a su antojo? ¿Cuántas toneladas de droga fueron capturadas desde la salida de la base militar de Manta? ¿Acaso el tráfico de influencias en cargos públicos no ha estado vinculado al control de la aviación civil? ¿No es hora de impulsar una ley de derribo de aeronaves narcos?
El fenómeno del narcotráfico actúa en desmedro de la democracia real y sus instituciones. Hoy enfrenta el incremento gradual de los precios de los combustibles que se usa en los laboratorios de la droga y aprovecha situaciones políticas como las movilizaciones gremiales para generar caos; o la desaparición de glosas en la Contraloría de Pablo Celi y Carlos Polit, pues ahí implica confundir pistas clandestinas narcos por Refinerías como sucedió con El Aromo. Además, la reestructuración del sistema penitenciario que pretende regresar al Estado el control de las cárceles del país después de las peores masacres históricas de reos.
Es que impulsar un plan de seguridad nacional y justicia es un duro golpe a los modelos totalitarios que usufructuaron de la política. Varias alcaldías y prefecturas atadas al correísmo-morenista del pasado buscan aún perpetuarse bajo el esquema del cacique demagogo y tratan de despedazar la democracia. Menos seguridad, desempleo, más corrupción, una economía selectiva en pandemia, el doble discurso de la asambleísta que pide a la gente que ‘roben bien’ y el desbarajuste del aparato de (in) justicia.
Mucha tela que cortar. Sin radares y con más libertad para delinquir, el narcotráfico se metamorfosea en una aparente simulación de legalidad y nuevo socio comercial. Luego, muchas otras cosas pueden pasar en instituciones debilitadas y corruptas. Está muy bien documentada la estafa pública en universidades de la ‘revolución ciudadana’, el caso Isspol (a la seguridad de la Policía) y la red ‘arroz verde’ de coimas y sobornos del saqueo estatal. Pero, una cosa es eso y otra, todo lo que se esconde tras el narcotráfico y la refriega por el control aéreo en los cielos de Manabí y Santa Elena.
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