El plan para empobrecer y controlar al mundo

El presidente de EE.UU., Joe Biden, anunció un gigantesco plan de inversión e infraestructura de 2.000 millones de dólares y gran parte de la prensa lo interpretó como un paso hacia un “capitalismo de guerra”. Es también un plan de rescate dada la caída de la economía por las represiones estatales con excusa de la pandemia. Va mucho más allá del Pacto Verde y potencia el capitalismo de Estado.

Por eso un impuesto mínimo global sobre las ganancias corporativas, defendido por el gobierno de EE.UU. y la burocracia del Fondo Monetario Internacional, se discute en el G20. El objetivo: recaudar $2.500 millones, haciendo que las multinacionales paguen impuestos por la ganancia generada en todo el mundo, y no solo en casa. Así, pagarán por más actividades y pagarán más: del 21% promedio actual al 28%.

Para ello debe aprobarse una ley, mejorar las herramientas para controlar a las empresas y evitar que otros países compitan por atraer capital cobrando menos impuestos. Eso lleva a una tasa impositiva corporativa global por encima del 12,5% que la secretaria del Tesoro de EE.UU. le propuso al G20, y se espera que otros 120 países lo ratifiquen.

El Estado empobrecedor

Esto fortalecerá el intervencionismo estatal y una redistribución de la renta entre la burguesía, los empresarios socios del poder -a los que el gobierno garantiza contratos, subsidios y trabas aduaneras a su competencia- sin los cuales los políticos no podrían enriquecerse; y viceversa, ya que el Estado no crea riquezas, solo lucra de las ajenas.

Aun dirigidos a los ricos, los impuestos recaen sobre los pobres dado que se derivan hacia abajo subiendo precios, bajando salarios, recortando beneficios. Es demagógico decir que lo que se recauda vuelve a los carenciados porque, en el mejor de los casos, vuelve lo poco que queda tras pasar por la burocracia estatal ineficiente y corrupta.

Así, el Estado es el principal creador de pobreza sino el único. Es que la violencia destruye primero a los más débiles, y el Estado se arroga su monopolio con el que ejerce su ‘autoridad’.

Que la ‘autoridad’ estatal destruye se advierte cuando la policía se dedica más a reprimir a quienes no cumplen los caprichos de los políticos que a defender al ciudadano.

Y para ello los gobiernos difunden el pánico que es, precisamente, el origen sicológico de la violencia, amplificado por una prensa oficialista que ‘cree’ a los organismos oficiales como las ‘autoridades’ sanitarias o a ‘expertos’ sin una investigación objetiva.

Pero a no perder las esperanzas, al final, siempre triunfa el bien. Y aprovecho para decirles que, después de tanto escribir ya no tengo nada que agregar, de modo que no volveré a publicar estas columnas sobre política hasta nuevo aviso. Hasta siempre.

*Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California. Publicó su primera columna con Diario La Hora, ‘El yihadismo’, el 23 de junio de 2017. ¡Gracias, @alextagliavini y hasta pronto!