El placer de la ignorancia

Manuel Castro M.

Todos somos de alguna manera ignorantes: o nos falta instrucción y conocimientos o de hecho desconocemos o ignoramos algo. En el Ecuador, por más patriotas que pretendamos ser, abunda la ignorancia. Antes a pretexto de ganarse el pan no se leía. Hoy las redes sociales permiten opinar sobre lo que no se ha leído o transcribir lo ajeno como investigado, cuya memoria fenece en pocas horas. Se estudia y hasta se investiga, pero solo lo básico; se ignora lo que sucede en este mundo, tecnología, cultura. No se aprende, se revisa. En los establecimientos educativos no se enseña la lectura de los clásicos, teatro, cine. Los jóvenes apenas son expertos en bandas y cantantes musicales, que en su mayoría son de bajo nivel.

Para el pueblo la cultura no es importante; así le han enseñado los demagogos, populistas y marxistas, quienes le inducen a buscar bienes materiales: profesión que rinda, beneficios del Estado en salud, educación y vivienda. Vive el presente —que el sistema, la democracia no le dan lo que pide—. Y desconoce que el   presente no existe sino el pasado y el futuro. Un pasado en el que ha sido explotado, que ya pasó, y un futuro promisorio que solo lo obtendrá por el trabajo, por la instrucción, por el conocimiento, por la cultura.

Los políticos que saben de las falencias y debilidades de las masas alientan esos desconocimientos con dos, tres, cien eslóganes, que no son ideologías o programas políticos. Tales como “El pueblo unido no será vencido”, “Los trabajadores lo único que pueden perder es sus cadenas”, “Proletarios del mundo uníos”, “El capitalismo es el causante de la miseria, falta de salud, desnutrición e ignorancia”. Sucede esto sobre todo en América Latina, contradiciendo lo que ha sucedido en Europa en países con ejemplar destino.

En algunos políticos hay cierto idealismo; los empresarios, aunque sea por temor, aportan algo para salir del subdesarrollo y esperan justicia y equidad pero ‘sin mojarse el poncho’. Ellos deberían pensar en lo que dijo Chesterton: “Que se había pasado comprobando que tenían razón los demás”; mensaje para hombres razonables.