El no-país indecente

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Carlos Freile

Debemos reconocer que el Ecuador no es un país sino un conjunto de tribus proclives a aparecer, desaparecer, fortalecerse, debilitarse, aliarse, oponerse… de acuerdo a los intereses de algunos caciques indecentes. Este no-país ha sido incapaz de crear instituciones, no digamos sólidas, ni siquiera incipientes, entre ellas un Estado solvente al servicio de los así llamados ecuatorianos.

Hoy, a raíz de la cantinflesca payasada del juicio político al presidente de la República, constatamos los vacíos en los tres poderes de ese Estado obeso e ineficaz: el poder Ejecutivo carcomido por enemigos saboteadores enquistados en sus entrañas (el más grave error de Lasso); el poder Legislativo copado por minúsculos e ignorantes correveidiles de poderes obscuros; el Judicial empantanado en el servicio a las redes criminales.

Hemos visto como la llamada Corte Constitucional ha dictado opiniones contrarias a la Constitución y a la mínima sindéresis jurídica, tal vez porque varios de sus componentes no tienen suficiente edad para discernir sobre la justicia, pues como afirmaba Platón, “el buen juez no debe ser joven sino anciano, alguien que haya aprendido después de mucho tiempo cómo es la injusticia“. Por ello se han convertido no solo en cómplices sino en actores decisivos para la destrucción de la poca institucionalidad del no-país.

En el cacareado juicio a Lasso, llevado adelante con poses infantiles o de hinchadas de barrio, se ha incurrido en sandeces notorias, como la horrible de incluir en la resolución de llamar a juicio al presidente la afirmación de que es culpable, indecencia que desnuda una ominosa característica, la de haberse constituido  en “tribunal que juzga sin dejar de ser enemigo”, como criticaba Carl Schmitt, motivo que condena al mentado juicio a total invalidez por falta de probidad e imparcialidad de los jueces.

Todavía es tiempo de enmendar conductas y dar un giro de timón para construir un mínimo de institucionalidad que permita el fortalecimiento del bien común, dejemos la arcaica conciencia tribal, volvámonos modernos y, si posible fuera, patriotas.