El legado

El pasado 14 de julio se cumplieron 100 años del natalicio del presidente Sixto Durán Ballén. Tuve el honor de conocerlo en la primera campaña para la Presidencia de la República y acompañarlo y apoyarlo en las dos subsiguientes campañas.

Lo vi siempre positivo, entusiasta, amante de la Patria, entregado por completo a su lucha por construir un país mejor, al que había servido ya previamente en sus tareas como ministro de Obras Públicas y como alcalde de la capital de los ecuatorianos, dejando una huella de servicio y de honestidad en todas sus ejecutorias de servicio colectivo, con una trayectoria impecable de trabajo en bien de los intereses públicos.

La conmemoración de un aniversario sirve para revisar la historia, para evaluar la envergadura de la obra ejecutada, pero también para aquilatar la calidad humana de quien, como es su caso, se desempeñó en diversas posiciones de servicio, con la seriedad y la calidad que serían las características de su vida.

Nunca escatimó esfuerzos ni dejó de lado la necesidad de hablar con los demás, de brindar consejo, de transmitir conocimientos. Hasta pocos meses antes de su fallecimiento, acompañó una iniciativa a la que le invitamos, estableciendo diálogos fructíferos con los jóvenes líderes del Centro de Formación para el Futuro de Fundación Fidal, con entusiasmo renovado, sabiduría y bondad, respondiendo preguntas, contando anécdotas, ofreciendo relatos vívidos de los acontecimientos que le tocaron vivir.

Su legado, sintetizado en la frase de “ni un paso atrás”, demostró lo que el liderazgo de un hombre puede conseguir en momentos duros, de conflicto, de desafíos. Galvanizó a un país y fue pieza fundamental en el ejercicio de la soberanía nacional.

Quienes lo conocimos lo recordaremos siempre como un líder carismático, pero también como un personaje bondadoso, trabajador incansable y patriota a carta cabal.