El fútbol fuera de quicio

Hacer unas semanas un comentarista del canal que transmite los partidos del campeonato ecuatoriano de fútbol, al final de uno de ellos, exclamó: “Lamentablemente ganó el equipo tal”. Sin importar las preferencias futbolísticas del espectador, este exabrupto debe ser rechazado con indignación por cualquier amante del deporte; se debe exigir a quienes tienen voz en el único canal en que se pueden ver los partidos que traten de disimular su camisetismo, que se muerdan la lengua y finjan imparcialidad. Aclaro que este no es un defecto solo nacional; basta oír o leer a ciertos comentaristas del fútbol español (no necesariamente españoles) cómo pasan de largo frente a ciertos hechos dudosos favorables a sus equipos.

Hace unos días se realizó en Europa el sorteo de la Champions, el campeonato de clubes de mayor rango en el mundo; por esas misteriosas decisiones de la dirigencia, el proceso había sido programado por computadora (según entiendo) y cuando se acabó el sorteo se detectó que había habido un problema en el segundo emparejamiento, y los gerifaltes de la UEFA decidieron repetir todo el proceso. En el mundo del fútbol en el que hemos visto tantas irregularidades esto nos trae a la memoria los “apagones” de nuestras elecciones. Es evidente: en la Champions el proceso estaba viciado, si salía lo que ellos querían, se repetía desde el segundo bombo, si no, desde el primero, que es lo que sucedió; todo para dificultar el paso al equipo español que pelea contra esa UEFA llena de obscuridades.

Como era de imaginarse, algún periodista ignorantón negó a ese equipo el derecho a quejarse porque hace décadas un dictador le habría ayudado a ganar los campeonatos; las estadísticas enseñan que pasaron más de diez años de dictadura para el primer logro de ese equipo; este, además, nunca condecoró al tirano, otro sí lo hizo un par de veces, para quitarle las medallas 44 años después de muerto.

Como es lógico, nadie va a confesar sus iniquidades y parcializaciones, ni en el fútbol ni en la política, pero el amante del buen juego ya comienza a cansarse.