El ‘frentismo’ nuestro de cada día

Alejandro Querejeta Barceló
Alejandro Querejeta Barceló

Tan tóxico como destructivo es el “frentismo” contra los proyectos de ley enviados por el Ejecutivo. Unos mismos hechos, sin embargo, pueden tener distintas lecturas. Es evidente que el “frentismo” antigubernamental de nuestros días se organiza bajo la sombra de los populismos de derecha e izquierda habituales en nuestra historia política. Pero también lo es la egolatría de sus líderes visibles y de los que, de vez en cuando, asoman a pontificar.

La política es un juego de poder y de pugna por el poder, no importa el precio. En el escenario político predominan las paradojas: todo puede tener dos caras y las dos resultar ciertas. En más de un tema el “frentismo” funde los intereses, por ejemplo, del bloque correísta con el socialcristiano. Hace un cóctel con sus líderes históricos, al que, siempre que haga falta, se añaden algunos del movimiento indígena de dentro como de fuera de la Asamblea.

La convivencia democrática no puede convertirse en una pelea entre buenos y malos porque de por medio está el sufrimiento de millones de compatriotas. La calidad de vida de ellos sólo es posible buscando el entendimiento con el adversario ideológico o político, no su humillación ni su derrota. El “frentismo”, desde luego, echa a un lado los intereses de esa mayoría silenciosa, en procura de los propios.

En los liderazgos visibles, buenos del todo no hay. ¿De quién es la culpa? De aquellas élites que no creen en el país, que piensan que no es esencialmente sólido y decente, y que no vale la pena preservar. Élites que están incrustadas en el centro de nuestra imbatible y sistémica corrupción. Anular la posibilidad de algún consenso parlamentario y paralizar al Gobierno, son los objetivos.

En un momento en el que nuestro país se juega mucho, esta es una forma de hacer política simplemente patética, pues perpetúa las desigualdades. Los estallidos sociales auténticos y realmente populares, interclasistas, que sobrepasen la retórica y la manera de hacer política de los cabecillas de los movimientos sociales e indígenas, les pasarán las cuentas a todos.

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