El fracaso

Rodrigo Contero Peñafiel
Rodrigo Contero Peñafiel

Se fracasa cuando pensamos o tenemos la sensación de no haber alcanzado los objetivos propuestos. Cuando una persona piensa que cometió errores y no supo solucionarlos a tiempo, trae consecuencias, las mismas se ven reflejadas en sentimientos de frustración, incertidumbre y melancolía, que hacen a las personas sentirse infelices o culpables por haber tomado malas decisiones que le impidieron alcanzar el éxito. Se fracasa en las relaciones interpersonales, el trabajo, el matrimonio, la familia, las amistades y en todos los actos que interfieran en el bienestar individual, social y laboral.

Si los objetivos propuestos rebasan la aptitud o capacidad de una persona y no se consigue lo que se propone o desea, puede entenderse como derrota. Cuando se actúa con valores y principios nunca se puede pensar en fracasar; al contrario, un desengaño debe interpretarse como aprendizaje. Cuando se procede con buena fe y sentimientos correctos, siempre se gana; es decir, se alcanza el éxito. Las ambiciones, la envidia, el egoísmo, el cinismo hacen que la gente viva equivocándose con frecuencia.

Se viven fracasos económicos, educativos, familiares y más, por falta de comunicación y por no saber aprovechar las oportunidades que se presentan; se pierde tiempo, dinero y aprendizaje, que hace que la gente se sienta triste, deprimida y desilusionada, con grandes problemas para su autoestima. Quien no intenta alcanzar un objetivo luego de un tropiezo acabará haciéndose daño a sí mismo. Se fracasa solo cuando no se vuelve a intentar.

Una decepción es una forma de aprendizaje, una experiencia que puede repetirse una y otra vez. El cometer errores y equivocarse permite a las personas crecer y avanzar, poniendo a prueba sus aptitudes, virtudes y fortalezas. En una sociedad polarizada, donde el orgullo vale más que la ética y los valores, muy pocos se atreven a asumir sus responsabilidades; es más fácil culpar a otros del fracaso, quejarse y exigir retribuciones, antes que tomar las riendas de su propio destino. El tener conciencia del poder que se lleva dentro como personas, amigos, trabajadores, parejas o como ciudadanos con derechos y obligaciones, nos hace verdaderos líderes.