El ‘eterno retorno’ es palpable

Alejandro Querejeta Barceló

Los cambios de figuras en carteras claves del Gobierno son reflejo de una creciente pérdida de liderazgo y consistencia política del presidente Guillermo Lasso, quien suele lanzar mensajes «simples, que no fuertes», de forma «vehemente y beligerante». Desde la oposición, y de cara a las cercanas elecciones, según la bandería de cada cual, algunos están contentos, otros preocupados y no pocos a la expectativa.

La fórmula populista de «dan respuestas sencillas a problemas complejos» está a la orden del día. Incapaz de frenar la ola de violencia delincuencial que nos azota, la corrupción y la falta de armonía entre los otros poderes del Estado, el Gobierno se abroquela de un lamentable discurso de victimismo y resentimiento. La economía sigue renqueante.

La democracia parece estar en retirada. En consecuencia, la infelicidad, angustia, estrés, depresión y ansiedad van en aumento. La confianza se desmorona, las desigualdades se disparan y el Presidente se muestra incapaz de pasar de las palabras al cumplimiento de la Constitución y la ley.

El karma del “eterno retorno” es palpable. Una chispa prende rápido; pueden generarla los focos de inseguridad provenientes de las pandillas, el narcotráfico, el crimen organizado o la migración, que no deja de crecer. No hay ni habrá fuerza policial o militar que baste, ni nuevos ministros que la atajen. Sus consecuencias son difícilmente reversibles y trascienden lo coyuntural.

Se viven diferentes y paralelas realidades, y una de ellas, la cotidiana, es ignorada por la clase política. El “se quiere negociar” sin precisar hasta dónde y en riesgo de qué, es parte de una retórica gubernamental intolerable a estas alturas. Los políticos que dicen dialogar ponen primero sus propios intereses. En este contexto, convocar a una consulta popular, e insistir en ella, es demencial.

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