El estado del miedo

Son las 04:50 y suena el despertador. A diferencia de otros días, no comienzo con la lectura del libro pendiente. Cometo la imprudencia de antes mirar las redes sociales. Descubro con tristeza que en la noche le han asaltado a mi amigo Juan Carlos Aizprúa. ¿Qué hacía? Paseaba con su perro a una cuadra de su casa, en el sector de Bellavista en Quito.  Como Juanca es una figura de notoriedad pública, el suceso no tardó en viralizarse.

Pero lo que le sucedió ya no cae de sorpresa. Ha sido una víctima más de este estado de miedo en el que ahora vivimos. Aquello de pasear al perro y encontrarse amenazado por un arma blanca es pan de todos los días. Hace menos de una semana encontraron sin vida a una mujer en un parque de Carcelén, su cuerpo maniatado y con heridas en el cuello. En un árbol cercano estaba amarrada su mascota. Algo similar le ocurrió a otra señora que hacía deporte en el Chaquiñán de Cumbayá. La apuñalaron por la espalda; menos mal, ella tuvo la bendición de vivir para contar su historia.

Lo que sucede no es un barrio de Quito, son todos los barrios de Quito. No es una ciudad del Ecuador, son todas las ciudades del Ecuador. Incluso Estados Unidos “recomienda no viajar” a nuestro país por la ola delincuencial. Aún no superamos la ola del COVID y ya estamos sumergidos en otra que es peor. Mucho más aterradora.

Sin seguridad se compromete el principio de libertad. La libertad de disfrutar del espacio público, sin importar la hora del día. De sacar libremente el teléfono, de responder un mensaje de texto o sacar una fotografía sin sentirse amenazado. De transitar por las calles con la ventana abierta. De caminar de la parada del bus al lugar de trabajo. De que los niños puedan jugar en un parque sin que sea peligroso para ellos o sus padres. De que los turistas puedan tomarse una cerveza en las zonas emblemáticas de nuestras ciudades sin que eso represente el fin de su existencia.

Llevamos dos años de libertad condicional por el COVID. Y ahora, aunque la pandemia termine, la libertad seguirá condicionada, porque ahora la controlan las mafias delincuenciales, el hambre, el odio y la pobreza. Ahora somos víctimas del estado de miedo.