El Estado de Bienestar

PACO MONCAYO

Cuando Montesquieu, uno de los pilares del movimiento cultural y político conocido como ‘La Ilustración’, planteó la importancia de dividir el ejercicio del poder estatal en tres funciones —una que legisla, otra que administra y una que imparte justicia—, aportó de manera extraordinaria al mejoramiento de los sistemas políticos que, luego de luchas heroicas, lograron poner fin al absolutismo monárquico, caracterizado por la arbitrariedad y la corrupción.

Sin embargo, este sistema nacido bajo la consigna de ‘Libertad, Igualdad y Confraternidad’ no fue capaz de crear oportunidades para una vida digna y una relación económica justa para toda la sociedad. La brecha entre unos sectores sociales extremadamente ricos y gran parte de la población viviendo en pobreza desacreditó al modelo y surgieron otras propuestas que ofrecían corregir esa falla en el objetivo de alcanzar la anhelada igualdad.

El marxismo leninismo equivocó el camino al proponer una dictadura de la clase proletaria, que terminó convertida en un sistema absolutista controlado por la cúpula de un partido apoderado de todas las funciones del Estado y de todas las estructuras de poder. Los cambios ofrecidos por los sucesores de Stalin no fueron realizables y la Unión Soviética colapsó. Peores que éste, todavía, fueron los modelos genocidas del Nacional Socialismo alemán y del Fascismo italiano.

Frente a las evidentes falencias de un sistema de capitalismo extremo y las fallidas opciones totalitarias, la democracia logró importantes avances inspirada en propuestas ideológicas que, respetando las libertades y derechos de las personas, mantuvieron una economía de mercado, orientada por valores de justicia, subsidiaridad y solidaridad.

El presidente Guillermo Lasso enfrenta la compleja tarea de rescatar al país de una de sus más profundas crisis, herencia del clepto despotismo de más de una década y la atroz pandemia, respetando los valores éticos trascendentes de su cristianismo tantas veces proclamado, con una economía al servicio del bien común, sin obsesiones dogmáticas que han fracasado una y otra vez. La mitad de la población ecuatoriana que está sufriendo de pobreza debe ser su preocupación principal, inclusive para preservar la paz social.