Juan José Flores, caudillo de vieja data, que también abusó del poder, gobernó el Ecuador durante 15 años (con un breve interregno de cuatro años, por una extraña alianza, de Vicente Rocafuerte), entre 1830 y 1845, cuando un banquero de apellido Luzarraga, del pecunio de su banco, entregó 20 mil pesos para que Flores deje el país. Desde Europa conspiraba (¿coincidencia con el tirano Correa?) contra los gobiernos subsiguientes.
Relata Benítez Vinueza en “Ecuador, drama y paradoja”, que “era venezolano, oscuro por su cuna, lo levantó el prestigio militar adquirido junto a Bolívar. Tenía talento y habilidad para la política. Aprendió a leer siendo ya presidente y después hasta versificaba en sus ratos de ocio”… Venerado u odiado. Entonces el Ecuador, desde su inicio como país, tenía la «deuda inglesa» (pagada en 1972, en la dictadura de Rodríguez Lara).
De un presupuesto de 300 mil pesos, escribe Benítez Vinueza, Flores recibía tres mil pesos como salario (aunque adquirió muchas propiedades en su mandato). Los ministros ganaban dos mil, un par de zapatos costaba dos pesos y una cabeza de ganado cuatro. Los principales oficiales del ejército eran extranjeros y los únicos ecuatorianos se retiraron en 1831. Era seguro que su gobierno sería despótico, poco ilustrado y represor.
Era una época de desastre financiero, circulaba moneda falsa que no podía ser retirada, porque era el único medio de pago. Rocafuerte, gobernador del Guayas, vio que si la recogía no se podría comerciar y prohibió hacerlo. La moneda falsa se admitía en muchas transacciones. Mientras se negociaba con este metálico, el gobierno consentía que algunos funcionarios públicos acuñen su propia moneda.
La historia suele repetir los errores del pasado. La idea de Arauz (está en su plan de gobierno) de tomarse mil millones de dólares o más de la reserva del Banco Central que son de los depositantes, de las instituciones públicas y privadas es un plan macabro y nefasto, que recuerda los peores días del régimen de Flores. Los correístas en la asamblea harán todo para impedir que pase la ley de defensa de la dolarización.
La tentación de poner a funcionar la máquina de imprimir billetes es grande, ahora con monedas virtuales. No bitcoins, sino dólares falsetas, que generarán un espejismo de prosperidad inicial y gasto excesivo, pero serán hambre para mañana. Hay la mala experiencia de Venezuela, Argentina en el 2000 o, caso similar, Zimbabue que, tras desdolarizar, devaluó su moneda hasta que no valió nada. Ecuatorianos, reaccionen…