El bicentenario

PACO MONCAYO

El próximo año, América hispana celebrará el Bicentenario de la Batalla de Pichincha que selló la independencia de la Real Audiencia de Quito y, con ella, la de Colombia, el Estado forjado en cien batallas por el Libertador, Simón Bolívar.

Quito, había conformado una Junta Soberana de gobierno el 10 de Agosto de 1809. Derrotado el movimiento por fuerzas virreinales, sus líderes fueron llevados a prisión y brutalmente asesinados el 2 de Agosto de 1810, junto a no menos de trescientas personas. Con la llegada del coronel Carlos Montúfar se instaló una nueva Junta que proclamó el 15 de febrero de 1812, el “Pacto Solemne de Sociedad y Unión de las Provincias que forman el Estado de Quito”, una Constitución anterior a la española de Cádiz. Nuevas derrotas, esta vez a manos del sanguinario Toribio Montes, culminaron con el asesinato y destierro de los patriotas. Quito continuó sometida al gobierno español.

En 1820, Guayaquil alcanzó su independencia. Prontamente, sus ilustres gobernantes iniciaron una campaña para liberar a la capital de la Real Audiencia. La derrota de la División Protectora de Quito no desanimó a los guayaquileños. Llegó el general Antonio José de Sucre, enviado por Bolívar, y asumió el mando de la guerra. Un nuevo revés  en los campos fatídicos de Huachi no abatió los ánimos de los patriotas que, reorganizadas sus fuerzas,  iniciaron una nueva campaña que alcanzó la victoria en las faldas del volcán Pichincha, el 24 de mayo de 1822.

Se ha calificado a esta gesta militar como la Batalla de las Naciones; porque a ella acudieron valerosos combatientes venezolanos, colombianos, peruanos, argentinos, chilenos, ingleses, irlandeses y de varias ciudades del actual Ecuador. Con el aporte heroico de tantos pueblos Quito alcanzó su independencia.

Para celebrar el bicentenario de tan magno acontecimiento, el Gobierno ecuatoriano debería, a pesar de las limitaciones y adversidades del momento, conformar ya, con la participación de, al menos los ministros de Educación, Cultura, Relaciones Internacionales y Defensa, una comisión que planifique los solemnes eventos que la ocasión amerita. El tiempo viene corto y no valdría dejar las decisiones para el último momento.