El agua de Quito

El pasado domingo una noticia alarmante circuló rápidamente por noticieros y redes sociales: uno de los canales de suministro del agua se vio afectado luego de que un tanquero de combustible hubiese sufrido un accidente que ocasionó contaminación en las captaciones de abastecimiento de agua para Quito, en la zona de la vía Pifo-Papallacta.

El riesgo por la contaminación era evidente, por ello se recibieron comunicados oficiales en los cuales se instaba a no consumir agua corriente en ciertas zonas de la capital de los ecuatorianos. Esto, a su vez, originó una estampida de todos los quiteños y residentes hacia los lugares de expendio de agua, sea en los supermercados y comisariatos, sea en las tiendas y abastos de los diversos barrios de la ciudad.

No es la primera vez que estas situaciones se producen, el tratar de abastecerse de bienes de primera necesidad ante posibles amenazas como erupciones, terremotos, situaciones políticas y de conflictividad social, la pandemia del coronavirus y ahora el peligro de contaminación del agua potable. Es algo que ha ocurrido con relativa frecuencia en nuestro medio.

Si bien es entendible que tratemos de prevenir y aprovisionarnos de los elementos vitales, más todavía si esto se refiere al agua, también debemos pensar en que no es bueno acaparar y acumular, no solamente porque ello puede afectar a nuestros bolsillos, sino sobre todo porque puede ocasionar escasez y que otras personas no tengan acceso a lo que necesiten.

Concordamos en que el agua es fundamental. Sin ella no podemos vivir, y el riego de la contaminación fue evidente, pero siempre es bueno actuar con calma y mesura y pensar no solo en el bien personal, sino en el bien común.

Lo deseable es que la institucionalidad pública se asegure de la efectiva no contaminación, haga los monitoreos requeridos y garantice la provisión de un líquido de calidad para todos.