Eduardo F. Naranjo C.
Los conceptos que florecieron en el primer tercio del siglo XX, hoy se trastocan por ausencia de ética y ambición. El periodismo nació en el seno de la democracia liberal buscando evitar abusos de poder, buenos ejemplos surgieron en USA, Inglaterra, Francia, España, sin embargo el poder del mercado deterioró su accionar.
El periodista escudriña lo oculto en los hechos y sus relaciones, ceñido a principios deontológicos y publica para formar e informar, pero hoy se confunde la acción de comunicar, donde otros actores como publicistas y manipuladores de ideas ‘persuaden’ llevando a la confusión y al engaño.
Comunicador es cualquiera con habilidad de hablar, hacer payasadas en cámara y con grandes dosis de audacia, haciendo del mensaje un elemento parcial o falso, afectando el comportamiento de los públicos en sus creencias y distorsionando verdades a conveniencia.
En todo el espectro de medios, diversos actores hacen y dicen de todo, hablan como loros y exhiben buenas o desastrosas imágenes, pero lo único que buscan es popularidad y dinero, en un mundo de creyentes ingenuos que no alcanzan a distinguir la intención tras el mensaje.
Estos comunicadores, muchos formados en el camino, están para promover ventas de cosas incluidos proyectos políticos, otros buscan halagar su ego a más de ganar dinerillo.
La persuasión fundamentada en el conductismo, teoría que hace al humano inconsciente, impulsándolo a decisiones que implican gran pérdida de libertad en acciones y pensamientos, fomentando así sociedades distópicas.
Ante el brutal cambio de las estructuras psicosociales, multiplicado por el poder de las redes, donde se venden objetos y personas, y juega el crimen. Es donde el verdadero periodismo tiene un rol clave, luchando firme y permanente por esclarecer la verdad sin temor ni favor, como lo señalaba el lema de un viejo periódico nacional.