Eduardo F. Naranjo C.
La democracia representativa presupone que el gobierno debe ser elegido por el pueblo, pero en tiempos de internet y furor en las redes, constituye un modelo poco adecuado. La mayoría de electores y electoras son jóvenes que tienen el impulso pero no toda la información para el análisis, es donde la habilidad de los manipuladores de datos y constructores de imagen transforman la escena, se fabrican hasta teorías de conspiración, que suelen ser asumidas como ciertas en ambientes donde nadie cree en nadie, por tanto las decisiones tendrán alta probabilidad de error.
Sucede en todas partes. Las multitudes se mueven intensamente por sus emociones y limitada visión, por esto la percepción sobre actores políticos que emergen por encanto es altamente errónea y, con gobiernos incapaces de resolver problemas, el horizonte está completo.
Los gobernantes excusan su incapacidad amparándose en la escasez de recursos, apoyados por economistas de línea liberal que proponen modelos que no han resuelto la problemática social en medio siglo. La realidad muestra ausencia de líderes y de un modelo coherente de administración para el equilibrio social cuando el consumo de drogas y la pobreza avanzan como sombra maligna incentivando la corrupción en toda la estructura.
Los factores de cohesión en la relación social son difusos. Ciertamente hay jóvenes brillantes pero también otros que usan su discurso para soltar cualquier estupidez y como los humanos tendemos a crédulos, asumimos supuestos como certezas, ocurrió en Estados Unidos cuando el ataque al Capitolio, guiados por una manipulación y atizado por equívocas creencias de supremacía blanca que crearon un riesgoso caos.
Estamos en días de suspenso mundial con guerras en marcha, pero quizá las cosas terminen con la reducción de pasiones negativas, requerimos salir del abandono y no esperar un mesías; es necesario pensar en concreto, en hechos sin especulaciones.