Quito en llamas

Eduardo F. Naranjo C.

La capital ecuatoriana sufre una situación nunca antes vista, incendios en todas direcciones y al parecer personas provocándolos, que es extraño y poco comprensible. Quién podría tener la osadía de semejante ataque, que de no ser por la eficiente actuación de los bomberos la ciudad pudo haber tenido gravísimas consecuencias.

La colaboración de la ciudadanía ha permitido conocer al menos cuatro filmaciones de individuos encendiendo fuego y en el último ocurrido el día de ayer en El Panecillo se señala haber atrapado al culpable.

Este conjunto de hechos sugiere una hipótesis de conjura contra la ciudad y sus habitantes que por suerte no se ha pagado con vidas pero sí con pérdidas económicas, como el caso del grupo de mujeres que perdieron varias hectáreas de cultivo de fresas que eran parte sustancial de su supervivencia y no se ha escuchado alguna voz que ofrezca ayuda; son personas de muy pocos recursos.

Si estos acontecimientos son parte de una conspiración sería un signo alarmante de que nuestra sociedad está enferma de odio y no se percibe en el horizonte una posibilidad de resolver la situación, como sociedad es grave porque esto no conduce a ninguna parte,  más aún cuando nuestros indicadores económicos están en crisis en medio del avance del crimen organizado.

El sentimiento de desamparo que tiene la ciudadanía es visible, más aún cuando no se vislumbra un liderazgo con capacidad de sacarnos de esta situación, por ello lo deseable sería que cada ciudadano y ciudadana meditara con calma y análisis cuál es el camino posible ahora que debemos elegir nuevos gobernantes.

Sin embargo, el escenario que crean mensajes direccionados y magnificados por los troles buscando incentivar emociones y no criterios, dificultan esperar buenos resultados de ahí que solo la suerte podría ofrecer la solución. Flota en el ambiente una sensación de desesperanza en la que los vivos y pícaros de siempre podrán lograr la cosecha.