Eduardo F. Naranjo C.
Definiendo los condicionantes del proceso comunicacional humano, McLuhan lanzó la sentencia encriptada, el “mensaje es el medio”, dejando a estudiantes y profesionales de la comunicación en un limbo.
El concepto sustenta los procesos actuales de intercambio de mensajes. McLuhan intuyó que el “medio” que transporta y multiplica el mensaje influye en la esencia original del mensaje, explicándose por qué en política y negocios se busca el apoyo de los medios de distribución de mensajes a gran escala y fue así como hasta el siglo pasado, radio, cine, televisión y periódicos impresos eran los grandes “influencers” de las sociedades, los que en muchos casos introdujeron el sesgo en el mensaje de acuerdo a sus intereses.
La dinámica cambió sustancialmente con el mundo digital que, en millones de manos, permite un flujo intenso de mensajes de todo orden, convirtiendo el mensaje en una suerte de ‘verdad’, pese a que un alto porcentaje son narrativas que demuestran que el medio o canal influye en el contenido del mensaje publicado, es decir “diseñando lo objetivo”.
La “intencionalidad”, que según McLuhan, ponían los medios tradicionales en el mensaje, hoy tiene otro matiz. Los influencers se han convertido en las voces que “orientan” a sus creyentes y permiten al destinatario del mensaje contestar, opinar o insultar, estamos ante una diferente forma de intercambio de mensajes, donde la verdad se oculta o se transforma de acuerdo a variados intereses de los grupos dominantes, confirmándose así el poder del “medio como mensaje”.
A esto suman los aportes del profesor Skinner, que puso como base el uso de la información para lograr comportamientos deseados, es decir, influyó con eficiencia la aplicación del conductismo a los grupos, que es evidente en los procesos comerciales y políticos, no se piensa ni razona pero se actúa, se consume. Consecuencias del control mediático.