Atraco final

Eduardo F. Naranjo C.

La perversión psiquiátrica de acumular dinero no tiene límites. Entusiasmados por cuánto pretenden embolsicarse los “lobistas” aupados por el Gobierno actual para que los lagartos finalmente se traguen Sacha, famoso yacimiento petrolero que por más de 50 años sustenta la economía del país.

La audaz decisión de privatizar este campo petrolero no es nueva, pero de ocurrir no incrementará la renta petrolera. El costo de producción por barril promedia los $15 con Petroecuador; la operación privada costaría al menos $45 dólares y, como las cuentas nunca son claras, con estos contratos no habrá beneficio, y se perderán empleos y el control sobre la operación. Ya ocurrió con Texaco.

Contratos fabricados por “conocidos abogados” en este negocio nunca fueron favorables al país, sumada la inevitable corrupción de funcionarios puestos por el Gobierno, nada es confiable. Sería un gran daño a la economía de todos pero con grandes beneficios para un puñado de gánsteres con corbata.

La eficiencia y eficacia de la petrolera ecuatoriana se ha forjado a pulso por la gran iniciativa y voluntad de sus ingenieros y trabajadores honestos, que luchan contra el permanente boicot político y financiero de conocidos personajes. Eso justifica la posición expresada por los líderes de los trabajadores, encabezados por el ingeniero Almeida como justa y patriótica. El país no puede ser engañado por la desinformación que difunden arteramente.

No se requiere mucha ilustración para captar las cosas y no vivir engañados por políticos e influencers cómplices. Entendamos que el pretendido cambio de administrador de la riqueza nacional no nos beneficiará, pero sí a los operadores comprados por las mafias.

Las invasiones incas, las ambiciones militares y civiles en las luchas “libertarias” y la tortuosa era republicana explican la extraña sociedad actual, donde caciques y grupos despedazan en vez de construir, unir y servir.