Ecuador radicalizado

Al final pasó lo que muchos, a excepción de los colaboradores y ministros de Lasso, veníamos avizorando desde hace ya algunas semanas: protestas y violencia a lo largo y ancho del país.

El abandono y cinismo ejercidos por el Estado en contra de la población durante este año de gobierno no podía tener otro desenlace que no fuese la postura inflexible del movimiento indígena y de otros sectores vulnerables de la sociedad.

Las protestas son consecuencia directa de la falta de medicina en los hospitales públicos, del alto costo de la vida —determinado también por los precios de los combustibles—, de los altos índices delictivos y de la crónica crisis carcelaria, entre otros. El ciudadano ha sido dejado a su merced en todo ámbito, por todas las instituciones del Estado, que no sirven para nada.

Hay quienes se quejan hoy porque no se deja llegar oxígeno a los hospitales de Cuenca, cuando hace ya más de un año la población lamenta que no llegan las medicinas a los hospitales de todo el país; se quejan por la violencia en las protestas, cuando los ciudadanos vivimos diariamente la violencia y las muertes que deja la criminalidad.

En fin, la protesta fue el rechazo a las prioridades del actual Gobierno, que ha ignorado y postergado las políticas públicas más elementales por perseguir logros que no impactan directamente sobre el bienestar de la gente.

Si el Presidente hubiese sacado hace meses, para luchar contra la delincuencia,  a los mismos militares y policías que hoy emplea para contener las manifestaciones, no hubiera habido protestas. Si hubiese declarado el estado de emergencia en salud y la adquisición de medicinas cuando los mismos médicos le pedían que así lo hiciera, hoy no habría protestas. Si hubiese bajado el costo de la gasolina hace meses, antes de tantos muertos y heridos, tampoco hubiera habido protesta.

El Presidente debe empezar no solamente a rectificar, sino a gobernar por el bien de todos, dejando a un lado excusas y fantasmas golpistas. Iza, a su vez, debe entender que el país quiere paz y que llegó la hora de sentarse a dialogar. Desde Carondelet están dando algunos pasos que apuntan a un acercamiento y es justo darle una oportunidad al mandatario.