¿Dónde está Robin Hood?

Cuando el hermano del rey Ricardo Corazón de León asume el trono de Inglaterra, decide que para poder cubrir los gastos de las cruzadas de su hermano debe cobrar más impuestos, entonces todas las casas nobles del reino deben aportar y los señores dueños de tierras deben cobrar a quienes viven en sus dominios.

Cuando Robin de Locksley, o quien toma su nombre, regresa de Jerusalén, se encuentra con que el sheriff  de Nottingham es el cobrador de los impuestos que enviará al rey Eduardo II, sin pena ni conmiseración de despojar a los villanos de sus pocos recursos, con la finalidad de financiar la vida en palacio, y armar al ejército.

Estas historias de imposiciones tributarias y cobros arbitrarios son recurrentes en relatos del medioevo, incluso en narraciones modernas en las cuales los héroes se oponen a los despojos irracionales y abusivos, pues consideran que es mejor invertir en cada uno de los espacios donde la gente necesita esos recurso financieros.

Robin Hood es el prototipo del héroe que se opone y lucha contra el abuso; se convierte en paladín de los pobres y roba a los ricos para repartirlo entre los pobres. Como una metáfora o un paralelismo acerca de los tipos de modelos económicos: el socialismo que representaría Robin y el capitalismo que representarían el sheriff y el rey.

Hoy estamos frente a situaciones similares: el Estado y sus gobiernos requieren de fondos, entonces recurren al cobro de más impuestos, con la justificación de que es necesario, de que no todos pagarán igual; bajo un relato de igualdad nos esquilman y el propio Estado no se ve más reforzado, sino al contrario, más endeble, porque los impuestos sirven para la vida palaciega, como en las películas de Robin Hood.

Tanto el gobierno central como los autónomos provinciales no ven otra forma de financiar las acciones necesarias que con cobros de impuestos, necesarios y universales pero que no son de beneficio para todos.

En el caso de Pichincha, cobrar a los usuarios de automotores un impuesto sobre el rodaje para arreglar las vías no es justificación de la inoperancia y de la falta de previsión de trabajo y de proyección financiera sobre el mantenimiento que se debía hacer.  No es solidaridad, pues si transito por el Valle de los Chillos y pago los peajes para mantener esas vías, ¿por qué no hacer lo mismo con concesiones o cobros por uso directo?

Lo mismo sucede con el gobierno central. Con los impuestos generados desde este año, se quita la capacidad adquisitiva de los ciudadanos y esos ingresos van a las iniciativas público-privadas, en donde se benefician los privados y no los públicos, entonces el beneficio es para el rey su corte.

Volvimos al medioevo y lo público no funciona porque no se reinvierte en ello. Nos contentaron con las vacunas para decirnos que con salud podremos seguir trabajando para seguir pagando impuestos que benefician a los privados.

¿Dónde está Robin Hood en estos casos?