Dolor en el corazón

Rosalía Arteaga Serrano

Otra vez el país vuelve a ser escenario de turbulencias ocasionadas por los carteles de la droga, los narcotraficantes, que se están creyendo dueños del país. Parecería que alguien les dio patente de corso para actuar a sus anchas, reclutar a los jóvenes, atemorizar a los dueños de negocios, hacer ajustes de cuentas sangrientos en las vías y espacios públicos, sembrar el terror con bombas destructoras, hacer que el Gobierno y la sociedad se sientan atenazados por esa violencia espantosa.

Todos sentimos dolor por lo que ocurre y clamamos para que los diversos poderes del Estado y sus integrantes dejen de pensar en réditos políticos partidistas o personales y se unan para hacer frente a la más grave amenaza que se cierne sobre el país.

Y no se trata de armar a toda la población, sino de que los fiscales y policías actúen de tal manera que los delincuentes no se queden campantes e impunes luego de cometer sus delitos, de que los jueces no se dejen amedrentar y comprar y cumplan con su función, haciendo que el peso de la ley caiga sobre los criminales, pero también sobre los cabecillas, los capos, los que desde la sombra también actúan. Se trata también de que se ponga orden en las cárceles, se separe a los delincuentes peligrosos de los que no lo son, se acabe con las complicidades al interior de los pabellones penitenciarios.

Pero se trata también de que las Fuerzas Armadas y policiales defiendan a los ciudadanos honestos para que puedan realizar su trabajo, para que las escuelas y centros educativos permanezcan abiertos y no cerrados por el miedo, replicando esa curva peligrosa de falta de educación y oportunidades que hace que muchos jóvenes sean seducidos por el crimen que les tienta con ganancias fáciles y no se dan cuenta que en ello se les va la vida y la tranquilidad.

¿No somos capaces de ponernos de acuerdo los ecuatorianos en la necesidad de actuar de tal manera que se precautele la seguridad de los habitantes? ¿No entendemos que el bien mayor tiene que estar por sobre los cálculos y los bienestares individuales? Ya es hora de actuar, de llegar a esa concertación general por la que se clama desde hace tiempo, y dejar de lado los discursos grandilocuentes y pomposos y simplemente actuar de tal manera que recuperemos la calma y trabajemos juntos en los temas trascendentales que deben unirnos, como educación, salud, trabajo.

Nos duele el corazón a quienes amamos a nuestro país. Entendamos que solo el trabajar en conjunto puede sacarnos del hoyo en el que permanecemos.