Después del carnaval

Rosalía Arteaga Serrano

El cambiar actividades, dejar la rutina diaria, parar durante las fiestas, es necesario y hasta terapéutico; sirve para restablecer los lazos familiares, para hacer aquellas cosas que siempre posponemos. Y esa función cumplen los feriados, más todavía cuando el feriado es de cuatro días y la gente, en la medida de sus posibilidades, busca trasladarse de un lugar a otro del país, visitar a familiares, encontrar un espacio de esparcimiento.

El carnaval tiene diversas formas de celebración, pero ninguna debería caer en lo grotesco, en lo “desenfrenado, vandálico y caótico”, tal como ha sido calificado por los medios de comunicación el carnaval de Salinas, balneario ecuatoriano que sufrió la avalancha de muchedumbres desenfrenadas que no representan lo mejor que tiene el Ecuador. Eso no le hace favor al turismo interno y de los extranjeros, que no quieren pasar ratos como los vividos en Salinas durante el último carnaval.

Pero también luego de esta pausa, debemos reflexionar en lo que nos espera en el futuro. Un futuro que en el caso ecuatoriano aparece con nubarrones listos a descargar toda su furia sobre la ciudadanía. Por ello han empezado a aparecer voces que se alzan contra una posible paralización del Ecuador, que dejaría muy costosas consecuencias para todos quienes vivimos en este hermoso país.

La normativa legal del Ecuador reconoce el derecho a la protesta y muchos querremos ejercerla, pero en lo que no podemos estar de acuerdo es en la violencia, en la marcha destructora de bienes públicos y privados, en la paralización de los estudios y de las actividades económicas, haciendo que el país retroceda.

Por ello hay que exigir el retorno de la cordura y la condena de la violencia, porque el Ecuador no puede permitirse el lujo de que cada cierto tiempo vayamos en reversa de todo lo que significa desarrollo y prosperidad.

¿Quién gana con las paralizaciones? Definitivamente no es el pueblo, ni siquiera quienes participan en las marchas. Nada mejora con estas paralizaciones. Los únicos que resultan beneficiarios son los líderes violentos que se imponen por terror y por miedo sobre las voluntades de su propio pueblo.