Desesperanza

Una buena parte de ciudadanos que siguen siempre la línea de conducta correcta espectan asombrados cómo la estructura política se ha convertido en un circo de oportunistas que fluyen por las venas de los intereses oscuros, a esto se suma la gran tragedia mundial del narco, que es dueño de al menos un tercio del capital mundial, con lo cual cambió las normas del convivir civilizado en casi todos los países.

Percibimos la impotencia de los Estados en tratar de controlar el origen del mal sin que se vislumbren resultados, apenas puntuales acciones que resultan distractores más que soluciones.  El problema es muy complejo y no hay estrategia efectiva, en parte porque los tentáculos del “negocio” han penetrado en todos los estratos de la sociedad y la información disponible indica que incluso quienes tienen la fuerza han sido penetrados por el vicio del dinero.

Escritores futuristas plantean una sociedad que funciona bajo los alucinógenos de forma normal, lo que al menos a los del presente siglo nos espanta por las consecuencias de llegar a vivir en un conglomerado de gentes donde toda norma es válida, matar o morir es el común de una sociedad enferma que nunca dejó de lado la violencia de la guerra y donde hombres y mujeres ávidos de poder han provocado matanzas masivas, entonces con los vapores de la droga, la gente vivirá en el suspenso de no saber cuándo le tocará.

Esta lucha que continúa debe acompañarse paralelamente de beneficios sociales que permitan una sociedad más equilibrada, pues vemos que los lugares más pobres son  la cantera de manos fáciles para usarlas en el crimen.

Son los señores de la guerra quienes mueven este mercado, recordemos Vietnam y como con el uso de la droga penetró en jóvenes soldados lo que rebotó en una generación perdida para ese país hegemónico.