Desdén por la verdad

No es que disguste la verdad, pero frente a la posibilidad de negocios, captar el poder o perder algo que se ansía, se la sacrifica en la paz, no se diga en la guerra. El correísmo con su títere ha tratado de ocultar su pasado de ineficiencia, corrupción y desprecio a los valores democráticos; sin pudor ha utilizado una ideología fracasada: el socialismo marxista radical. Hoy vemos al señor Andrés Arauz, triste es decirlo, como un mentiroso contumaz; y si no lo es conscientemente, peor, es un despistado e inexperto político, mal asesorado aunque cerca del poder, posibilidad lamentable para el pueblo ecuatoriano.

Su desdén a la verdad viene de su desdén a la historia, a la ley escrita y a su innegable oportunismo. Por ello han inventado una Constitución de derechos no un Estado de Derecho. Pero como intentan asomos de ética y un afán de captar el voto popular han convertido –cuando lo necesitan- la mentira en su mejor propaganda, ayudados por la ‘posverdad’ (que es una mentira emotiva, lejos de la realidad). De ahí proviene su desdén también a los partidos políticos, pues aspiran a un único partido, donde manden e impongan. Ejemplos sobran: Rusia, Cuba, China, Venezuela, Nicaragua, Argentina, Bolivia. Sistemas ajenos a las prácticas democráticas, que ha conducido a los países en que han captado el poder a la represión, imposición doctrinaria y economía dirigida. Todo ello con resultados nefastos.

Para mantenerse en el poder les sobra tolerancia con la ilegalidad. En el país -si ganan- quieren revisar sentencias penales, absolver a dirigentes de su partido presos, detener los enjuiciamientos de sus compadres, disponer de reservas monetarias ajenas.

De triunfar Arauz –solo el fraude lo permitirá- tras del trono estarán Correa, Glas, Patiño, los Alvarado y otros supuestamente perseguidos, cuando sobran las evidencias de crímenes, sobornos, sobreprecios, extorsiones, en el Ecuador y en la región donde impera el engaño populista.

La decisión no es difícil para los ecuatorianos el 11 de abril. Si no volveremos a la terrible justicia de los vencedores: el “!Ay de los vencidos!” romano.