Demolición simbólica

Fabián Cueva Jiménez

El ser humano es un ente simbólico por excelencia: crea, emite, interpreta signos, los organiza y sistematiza, para luego transmitirlos a través de palabras e imágenes. Esos mensajes, para que lleguen con éxito, requieren dos características: claridad y oportunidad.

Los maestros trasladan sus intenciones y sentimientos a sus alumnos, acompañándolos con un abrazo que lleva un noble propósito: educar. Los padres señalan el camino a sus hijos y los acompañan en su tránsito: dan seguridad.

En los dos casos hay transparencia y llegan a tiempo. Si se logra una buena transmisión tienen significación especial y sus resultados son buenos. Justifica lo de Umberto Eco: todo significa algo y si ese algo se logra positivamente transmitirlos es por la coherencia de: signo emitido, objeto trasladado y receptor satisfecho.

El suceso de estos días, de los tantos, ya no es increíble, el asesinato violento de una mujer por su esposo policía, ocurrido al interior de una institución estatal, encargada de dar seguridad, con la complicidad de muchos elementos, precipitan al presidente de la República a ordenar la demolición del edificio, simbolizando su rechazo.

Gestos y palabras personales o inculcadas erradas; ningún favor a la noble institución y a sus miembros, solo motivo para que los débiles de estructura mental se aprovechen: generalicen y hasta politicen.

Si se piensa holísticamente, además de solicitar la investigación del hecho, con más énfasis se debió o debe averiguar el origen estructural del ya mucho desorden.

Es posible que esté desactualizado el currículo, documento que marca la formación de los policías, porque estamos en una nueva realidad social: los delitos ya no son los mismos, porque han aumentado y se han deshumanizado. Quizá los objetivos, plan de estudios y evaluación ya no correspondan a las nuevas necesidades    y requieran revisión y modificación. Preferible pedir cuentas a quienes planifican, dirigen, supervisan y evalúan los procesos de formación y capacitación, que demoler ladrillos.

Oportunidad para repensar (nos).