Democracias totalitarias

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Carlos Freile

Hace unas semanas una institución llamada a defender los derechos de los ecuatorianos dictó una norma por la cual impide el recurso a la objeción de conciencia en cierto asunto; con ello clavó un clavo más en el ataúd de nuestra mal llamada democracia. Pero el virus no solo nos ataca a los subdesarrollados, también en otros lares se cuecen habas, por ejemplo en Canadá: el psicólogo de fama mundial, Jordan B. Peterson, autor de un difundidísimo libro intitulado ‘12 reglas para vivir’, ha sido conminado por el Colegio de Psicólogos de Ontario a un curso de “reeducación” para que aprenda a “comunicarse correctamente” a través de las redes sociales. Peterson es opositor al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, al cual se ha atrevido a criticar, para mayor crimen, se niega a usar los pronombres inclusivos impuestos por la corrección política.

En su cuenta de Twitter a Peterson le siguen quince millones de personas, y unas diez le denunciaron por su conducta.

Estos casos nos recuerdan lo que sucedía en la desaparecida Unión Soviética y pasa todavía en la China comunista, estados totalitarios en que nadie podía o puede mantener opiniones distintas a las oficiales. Esta es la esencia de todos los totalitarismos, de cualquier color: la intromisión sin paliativos en la conciencia de los ciudadanos. Peterson ha comentado: “…estamos en una situación en que los profesionales en ejercicio pueden ver amenazados sus medios de subsistencia y su reputación pública de manera muy grave por no estar de acuerdo con la posición oficial…”. Este diagnóstico se aplica con exactitud al caso ecuatoriano.

En su tiempo se habló de una constitución garantista, de que el nuestro es un Estado “de derechos”, pero se impide el básico, el derecho a seguir la voz de la propia conciencia o pagar el precio del silencio y del miedo.

Miedo a no continuar con la profesión, a sufrir hambre…. Ya es hora de rechazar con valentía la tendencia a convertirnos en rebaño de bueyes, también porque a los bueyes los han castrado para uncirlos al yugo. Llegó la hora de la rebeldía, para mañana es tarde.