Democracia y cultura

Alejandro Querejeta Barceló

Una tendencia dominante en el mundo de hoy es la democratización. La democracia es el anhelo que todo lo domina, el modelo general. Nadie se resigna a renunciar a ella, ni aun en medio de las peores crisis. Ecuador puede ser destrozado por desastres naturales; sufrir los más duros golpes a su economía; constatar en sus instituciones la más degradante corrupción, mas nadie piensa en violentar la democracia.

La democracia es tanto más frágil, insuficiente y superficial cuanto más bajo es el nivel cultural de la sociedad. Y cabe hacer un distingo entre cultura y civilización. Ortega y Gasset decía que toda civilización recibida es fácilmente mortal para quien la recibe. Porque la civilización —a diferencia de la cultura— es un conjunto de técnicas mecanizadas, de excitaciones artificiales o de lujos.

La cultura no es perecedera, la civilización sí. La cultura atañe a lo espiritual, la civilización a lo material. La computadora es civilización, su contenido es cultura. Cuando se dice defender la democracia, pero se recortan los gastos en educación, ciencia y cultura, nos encontramos ante un absurdo, una contradicción en sí misma.

Por todas partes hay más sociedad y menos Estado. En Ecuador este parece el fondo de la inmensa mayoría de los problemas. El Estado pierde terreno, y cada vez más ciudadanos quieren que sea así.  En tanto aumenta en el resto del mundo toda clase de iniciativas, se constata un crecimiento y animación, un incremento de las energías humanas, nuestra sociedad semeja un cuerpo al borde de la extenuación.

Se actúa menos, se piensa poco, el querer es mediocre, la ambición limitada y las aspiraciones muy cortoplacistas. Se planifica rara vez y se sueña muy de tarde en tarde.  Paralelamente, la humanidad empieza a organizarse conforme a nuevas estructuras e ideales, difíciles de definir, pero de futuridad garantizada. Quedarse al margen, puede resultar aniquilador para cualquier país.

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