De Shylock a los “dones”

Por: Pablo Escandón Montenegro

En El banquero anarquista, escrito por Fernando Pessoa, el narrador y protagonista dice, al final del relato, que la diferencia entre él y los demás anarquistas es que él sí es teórico y práctico; no se queda en la mera teoría sino que la lleva a la práctica de manera científica y no mística ni de dogma, por lo tanto su labor como banquero es la de un verdadero anarquista.

Creo que de un tiempo a nuestros días, la lectura de este relato largo del escritor portugués es de cabecera y de los “emprendedores” que tienen como clientes a militares y policías, principalmente, pues Big Money no fue más que una caja de ahorro y préstamos que funcionaba entre las filas militares, y ahora los otros innovadores que hackean al sistema financiero, como “don Marquito” y el otro “don”, cuentan el dinero con cintas de la cooperativa policial, en Tik Tok.

El chulquero, el agiotista, el usurero ejerce una práctica popular extorsiva de préstamo sin garantías legales, pero sí con prendas. Solo recordemos que Shylock, en la tragedia de Shakespeare, le presta el dinero a Antonio con la única condición de que si no salda la deuda deberá pagar con una libra de carne de su cuerpo, de donde decida el propio Shylock.

Pero nuestros “emprendedores” ya no son prestamistas; ahora hacen que el dinero se reproduzca mediante inversiones que no están en el circuito bancario: se reconoce un sistema económico paralelo, debido a que la gente ya no cree en las instituciones y más confianza tienen en las personas que han hecho fortunas gracias a una lógica jerárquica en la que todos participan.

Este sistema de piramidaciones financieras funciona con muchos productos y quienes entran en estos espacios son inversores en formación, corredores de negocios que cada semana se reúnen para contarse sus triunfos, para premiarse y festejar que su visión de negocio es gracias a la formación de una persona, quien está en la cúspide de la pirámide.

Muchas marcas de productos para belleza, salud, vacaciones y demás rubros hacen de esta formación una práctica de “empoderar” a sus colaboradores, porque no son empleados, ya que ellos invierten en un negocio que les producirá regalías.

¿Qué diferencia hay entre estos empresarios de la motivación semanal y de la premiación mensual de sus colaboradores, a quienes les cuentan que ahora facturan miles de dólares al mes, tan solo desde su casa y con pocas visitas, pues tienen un batallón que trabaja para ellos y, a su vez, estos soldados no se sienten explotados sino emocionados y quieren llegar a ser los comandantes de sus compañías, con los captadores de dinero?

La única diferencia es que los captadores de dinero no tienen RUC ni oficinas suntuosas al más puro estilo del Lobo de Wall Street, sino que sus negocios se hacen en parqueaderos, en la vía pública o en los mercados, pues allí la gente los respeta y los cuida, porque al igual que los ejemplares ejecutivos de los planes dorados y plateados, los captadores, los “dones”, devuelven parte de las ganancias a su gente, con raciones alimenticias, planes de salud y entretenimiento.

Estamos asistiendo a la concreción de lo que dice el banquero anarquista: ejercer una verdadera anarquía desde el propio sistema, haciendo uno paralelo para anularlo desde la propia competencia. Y luego nos quejamos de que la gente no lee. Bien comprendida está esta novelita y también las enseñanzas de Shylock.