De Juan Montalvo

PACO MONCAYO

“¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?”, fue el reclamo de Marco Tulio Cicerón al político romano acusado de querer destruir la República. El excelso Juan Montalvo se inspiró en el gran orador romano para dar título a su trascendental obra Las Catilinarias escrita para denunciar el mal gobierno y corrupción en la presidencia de Ignacio de Veintimilla.

Dice el inmortal ambateño: “Si me preguntan cuál es ese prurito  que vuelve más vicioso y criminal  a un gobernante, yo responderé que el abuso de las leyes. Leyes son los vínculos de la sociedad humana con los cuales viven los hombres formando un solo cuerpo, sujetos a unos mismos deberes, agraciados por unos mismos fueros”.

Y, dolorido por la indiferencia de los gobernados, proclama: “Pueblo que no tiene desahogo sino la humilde queja, ni arbitrio sino el llanto, ni compasión merece (…) Pueblo es un vasto conjunto de individuos cuyas fuerzas reunidas no sufren contrarresto: su voz es trueno, su brazo rayo. Emperadores, ejércitos, capitanes y soldados, tiranos y verdugos, todos caen, si ese gigante levanta su martillo”.

En los momentos trágicos que enfrenta la ciudad de Quito, ¿qué diría Montalvo de sus autoridades? ¿Cómo expresaría su condena al comportamiento venal de los jueces?  ¿De qué manera calificaría la indolencia, indiferencia y hasta complacencia de muchos ciudadanos?

Quito se encuentra agobiada por problemas tan agudos que no podrán ser solucionados sin la contribución de las mejores inteligencias, de las más indómitas voluntades y de los más desinteresados corazones. La ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, la Capital de los ecuatorianos, es la que de manera violenta ha sido atacada por la pandemia de la COVID-19 y por el desgobierno; la que presenta las más altas tasas de desempleo, los mayores índices de pobreza y todas las tribulaciones que a esta situación acompañan. En una situación como ésta, ¿qué cabe? La unidad, la solidaridad, el desinterés para emprender una gran minga fraterna, sin protagonismos personales, que nos permita salir de la aguda crisis más unidos que nunca y más dispuestos a corregir los rumbos extraviados.