Cuba libre

Desde la invención del coctel “Cuba Libre”, no existe un país al que se nombre más en el mundo. Paradójicamente, Cuba no es libre. Desde hace sesenta y dos años se encuentra bajo un régimen que, con la consigna de luchar contra la inequidad y la corrupción del gobierno de Batista, se tornó totalitario y terminó instaurando una dramática desigualdad entre los allegados del régimen y la gran mayoría de cubanos. Si durante las primeras décadas de la posrevolución Cuba se convirtió en el ideal de la izquierda, hoy es el símbolo de la injusticia y la falta de libertad.

El régimen de la revolución ha sobrevivido en base al miedo de la población. El sometimiento, opresión y tortura de los disidentes es práctica común, que inmoviliza los ímpetus de rebelión o expresión de disconformidad. Pero la pandemia del covid-19 puso el dedo en la llaga y hace tres semanas salieron multitudes a las calles con gritos de “abajo la dictadura” y “no tenemos miedo”. El más trascendente fue “Patria y vida”, deliberadamente contradictorio con “Patria o muerte, venceremos”, acuñado por Fidel.

A menudo los defensores de Cuba hacen alusión al bloqueo económico de los EEUU. Suena a que Cuba no puede comerciar con ningún país, cuando la realidad es que lo hace con todo el mundo, salvo con EEUU. Es una obviedad que si EEUU levanta el embargo Cuba tendrá más ingresos. También es una obviedad que allí no existe redistribución de la riqueza. La economía centralizada resultó una trampa. De otro modo, no se puede explicar que la fortuna de Fidel Castro haya llegado a 900 millones de dólares.

Me pregunto si el régimen cubano, en vez de reprimir y enviar a la cárcel a manifestantes, blogueros y youtuberos, ya que tanta legitimidad cree tener, se atrevería a convocar un referéndum con una única pregunta para el ciudadano, acerca de si prefiere el régimen del “patria o muerte” o una verdadera democracia. Eso sí que sería una utopía.