Cuando los médicos necesitan de otros médicos

Miguel Crespo

Partamos desde el pensamiento de la población: el médico, desde su punto de vista, es el profesional que debe estar todo el tiempo, sin ver su celular (actualmente herramienta de trabajo) por la censura inmediata que existe; no puede tener necesidades fisiológicas, hambre, sueño, cansancio, etc. La ‘prudencia’ de nuestra profesión hace que mostrar estos elementos al enfermo o familiares genere de inmediato desconfianza, críticas y reclamos que terminan en comprometer la relación médico-paciente, que es lo más importante en la consulta.

Vivimos una constante estigmatización donde el  médico o personal de salud “no debería enfermarse”, pero es el mismo personal de salud paradójicamente quien generan dudas y conflictos frente a la enfermedad de sus colegas.

Es importante considerar enfermedades con componente físico evidente — apendicitis, fracturas, traumatismos, etc—; estas no generan dudas para el resto y en más de una ocasión hemos escuchado comentarios como “quién le mandó a jugar a su edad”, “qué estaría haciendo para fracturarse”, entre otros. Hay un segundo grupo de enfermedades que ya tienen un componente subjetivo, como es el dolor. Ante ello se generan críticas y cuestionamientos. Cuadros como una cefalea, lumbalgias, neuritis, donde ya se prestan para que se ponga en tela de duda la enfermedad — “¿será que le duele?”, “siempre le duele así”, “dice que le duele”, “ya ha de querer certificado médico”. Un tercer grupo, sin duda el más difícil, es el de las enfermedades de carácter psicológico. Su valoración ya es especializada, pero la comprensión para el resto es más complejo de entender, como por ejemplo la angustia, la ansiedad, la depresión —donde los comentarios que se pueden generar complican más al paciente, son crueles y deshumanizados: “siempre pasa así depresivo”, “que se divorcie si le maltratan”, “que deje de tomar alcohol o esas pastillas que le tienen dormido”—.

Incluso, aunque parezca increíble y fuera de toda lógica y ética profesional, se ha visto que en sistemas donde se puede tener acceso a la historia clínica —que es 100 % confidencial— se agrede este derecho por los compañeros y  surgen comentarios como “revisemos la historia clínica para ver qué tiene”, “ya comprobé  la historia clínica y él faltó por esta razón”, “está tomando estos medicamentos porque tiene depresión”, “yo vi la historia clínica donde tiene varios intentos autolíticos, incluso sanciones dadas por los superiores”, “vi en su historia clínica y usted mintió con respecto a su enfermedad”. Este es un comportamiento común en las unidades de salud, lo que es un condicionante para no  acudir a la consulta por miedo a la violacion de la privacidad. Imagínemos este miedo para alguien con depresión grave y que por este tipo de transgresión común opte por no acudir a la consulta y termine en un suicidio.

Tras extender un certificado médico de reposo (sin valoración del médico ocupacional) el primer pensamiento que surge es averiguar si el que lo extendió, es amigo, pariente o conocido. El seguimiento y toda la investigación que se brinda por este hecho suele ser incómodo y molesto para los dos profesionales.

La reflexión siempre va estar encaminada a la empatía, solidaridad y respeto al trabajo del profesional. El médico también se enferma, tiene dolores, se cae, se golpea, se deprime, se angustia, tiene insomnio y enfermedades graves, necesita ser valorado y evaluado por personal de su propia área laboral o desde afuera de su institución, necesita reposo, ser operado, tener seguimientos, consultas, y ausentarse, derechos que por miedo a la crítica y rechazo, al temor de que su privacidad y confidencialidad sea vulnerada se mantienen en silencio y  en negación. Esto hace que su cuadro empeore y se complique. Lo más triste y preocupante es que los primeros en cambiar, brindar el apoyo y solidaridad son los propios compañeros de trabajo.