Credibilidad

Fabián Cueva Jiménez

Las calamidades que han llegado y que aumentan diariamente nos están conduciendo a adquirir paulatinamente sentimientos de inseguridad vital. Dudamos de muchas personas y de instituciones, su ideas y acciones promueven una desconfianza total. Los principios y valores se han alejado; y hay, hasta pobreza intelectual de muchos.

Las decisiones que se toman son exactamente el reflejo de lo mencionado, extremadamente superficiales o equivocadas, lo que genera pérdida de credibilidad.

Con reglamento en mano, la ministra de Educación, autocalificada “optimista empedernida”, anunció ‘cambios’. El más ponderado, comentado, analizado y criticado, los períodos escolares divididos en trimestres en lugar de quimestres. Declaró que era una de las soluciones para salir de la “cultura de la mediocridad” en la que vivimos, habló de procesos de nivelación y acompañamiento pedagógico para los atrasados, eliminó la promoción automática para ciertos segmentos de la población escolar y también los exámenes remediales y de gracia, calificados como una “alcahuetería” oficial para los jóvenes, que promovían descuido y vagancia.

Buscando el origen y causas de ese desastre, encontramos en el 2012 (R.O. N° 754) contenidos sobre: definiciones, propósitos, tipos y características de la evaluación, también refuerzos académicos y retroalimentación, todos teóricamente factibles y supuestamente exitosos. La primera pregunta entonces. ¿Por qué el fracaso?

En febrero de este año (R.O. N° 254) se cambian muchos términos y contenidos, pensamos entonces que lo anterior no fue positivo y por eso interrogamos: ¿Por qué se mantuvo tanto tiempo en vigencia —exactamente una generación escolar—? ¿Por qué su aplicación es obligatoria sólo para instituciones fiscales? ¿Son los tiempos y la evaluación, los promotores de las falencias en los aprendizajes? ¿No será necesario revisar totalmente el modelo pedagógico? ¿Antes de su ejecución, no era mejor un pilotaje bien pensado?

Creemos que se están dando la vuelta para llegar a lo mismo. Convido a conclusiones propias, mencionando opiniones ciudadanas: “ Con los cambios los estudiantes se esforzarán más; es un cambio brutal y de retroceso; el país se está cayendo en la mediocridad; se necesitan cambios profundos y no remedios temporales; no están bien los exámenes de gracia y desgracia; son los profesores los que deben reunir mayor calidad; es una señal de retroceso y con eso de mantienen ciertas élites; lo que tienen que hacer los alumnos es estudiar y punto; es raro que el Ministerio no se haya enterado que si habían evaluaciones parciales; tenemos una educación de papel; no deben haber cambios sino una innovación”.

Creemos en la dinámica de los tiempos y en necesarios cambios, no parciales, ni tampoco sin investigación; y; además, con la intervención de muchas instancias públicas y ciudadanas, como la realizada con éxito en este mes y temas similares en Buenos Aires, con la conducción de lo que denominan Dirección de Cultura y Educación Provincial de esa región, conformada por representantes de diversos sectores públicos y privados.

En Ecuador pudieron hacer lo mismo a través del Consejo Nacional de Educación, organismo legalmente creado, sin nacimiento siquiera, después de muchísimos años. Pero, pensándolo bien, primero hay que trabajar para recuperar la credibilidad, que: acepten errores, pidan disculpas, investiguen en conjunto, busquen y propongan mejoras.

 No “vendan humo”.