Corrupción y democracia

Se efectuó en Panamá un conversatorio, con motivo del Día Internacional contra la Corrupción, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas y que se lo conmemora cada 9 de diciembre, a fin de concienciar a los países en torno a la gravedad de una de las lacras sociales más nefastas.

En este evento, organizado por la Federación para el Desarrollo de la Libertad Ciudadana, que es capítulo panameño de Transparencia Internacional, se hicieron exposiciones esenciales, como la realizada por la directora de esta institución, Olga de Obaldía, quien enfatizó que “la impunidad está afectando al tejido social en forma dramática”.

Estas palabras no deben caer en saco roto, ya que enfocan la realidad del problema:  la impunidad es la gran aliada y protectora de semejante mal. Si no prevaleciera tan generalizada práctica especialmente en medios latinoamericanos y caribeños, a la que tienden de manera prioritaria gobernantes y funcionarios corruptos, mediante sobornos e influencias en altas esferas,  otra sería la faz de nuestros países, agobiados por la pobreza y sus males conexos, así como por politiqueros de la peor especie.

Tampoco hay que olvidar la eficacia de la extinción de dominio, a fin de recuperar activos que fueron sustraídos por forajidos de cuello blanco que, luego de cumplir reducidas condenas, salen de prisión para exhibir incluso de manera descarada sus dineros turbios, cuando la ley logra sancionarles. Los recursos que, para protegerse, tienen a su favor los delincuentes son numerosos, de allí la indignación ciudadana cuando se conoce de malandrines que se encuentran libres y orondos, sin el menor rubor y con el membrete que lo exhiben por todo lado de “perseguidos políticos”.

Jamás se debe olvidar que la corrupción constituye la principal amenaza para la democracia.