Corrupción desenfrenada

Afirmaba Kofi A. Annan “La corrupción es una plaga insidiosa que tiene un amplio espectro de consecuencias corrosivas para la sociedad. Socava la democracia y el estado de derecho, da pie a violaciones de los derechos humanos, distorsiona los mercados, menoscaba la calidad de vida y permite el florecimiento de la delincuencia organizada, el terrorismo y otras amenazas a la seguridad”.

Según el Barómetro de las Américas 2018/19, Ecuador ocupó la posición 114 de 180 países en el Índice de Transparencia Internacional (puntaje 34/100), constituyéndose en uno de los países con más alta corrupción del mundo. El 88,1% de los ecuatorianos encuestados consideraba que el 50% de los políticos eran corruptos y, de ellos, el 31,5% que lo eran todos; mientras que 45,7% aceptaba que se trata de un problema generalizado. Pero, lo realmente grave, fue la alta tolerancia de la población hacia la corrupción (cuarto puesto en América Latina) y lo peor, eran los jóvenes quienes en mayor número justificaron el pago de sobornos o coimas.

A la ya existente pandemia moral, se sumó la sanitaria, que vino a desnudar, con caracteres demenciales la situación de la corrupción de algunos políticos, empresarios y funcionarios públicos. La fiscal general, Diana Salazar, calificó como ‘escandaloso’ el incremento de casos detectados. El año 2020 cerró con 196 procesos judiciales, de los que 185 están relacionados con cohecho, peculado, enriquecimiento ilícito, concusión, tráfico de influencias o delincuencia organizada, en 18 de las 24 provincias ecuatorianas. Todo esto, mientras la pobreza agobia a gran parte de la población, se desbocan las tasas de desempleo, especialmente de los jóvenes, y tantas familias lamentan la pérdida de sus seres queridos.

En un ambiente de corrupción generalizada es imposible que exista paz, derechos humanos ni democracia; como tampoco puede haber desarrollo económico y seguridad, porque se han conculcado los derechos civiles, políticos y económicos de los ciudadanos. El pueblo ecuatoriano tiene que reaccionar y ¡Ahora! porque lo que está en juego es del destino del país y la misma viabilidad del Estado.