Correísmo versus anti-correísmo

Por Kléber Mantilla Cisneros

El escenario político se mantiene en incertidumbre y con debilidad para concertar. El voto nulo y el voto por el correísmo desnudan la hipocresía y la doble moral de una gran parte del electorado que aprueba con hilo la lucha contra la corrupción y el narcotráfico con ofertas de reconciliación y más impunidad. Un poder legislativo correísta, saliente y entrante, que se vuelve a ensamblar para cuidar la carcasa dominante. Con una Fiscalía sempiterna en sus manos y un reciclaje de un Concejo de Participación Ciudadana para re-elegirse las veces que sean.

¿No le jodieron al país lo suficiente durante 14 años? El hoy moderado Andrés Arauz busca atraer a varios grupos del electorado que no se identifican con el odio, cinismo y corrupción, pese a ser el gran legado de Rafael Correa. Pero, el correísmo es mucho más que eso. En la medida en que el fin último fue dividir a la sociedad para gobernar, la personalidad del caudillo multiplicó la discordia, saña, aversión y confrontación en todos los sectores del país, instituciones y dentro de cualquier actividad productiva, incluso militar y policial. Lo cierto y desesperanzador es que el correísmo también es un problema cultural y ético, no solo político. Un naipe puntiagudo para cualquier jugada.

El correísmo es un flagelo social descarnado por la pérdida de valores éticos que corroe los procesos democráticos y eleccionarios. Usa la mentira política para dañar, perseguir y confundir. Pretende la pacificación con la guerra del narcotráfico; busca solucionar la miseria con más bonos para expandir los pobres; y sostiene el populismo mafioso en esencia con todos sus vicios: clientelismo, ataques a la prensa, rectoría universitaria hampona y mucho mesianismo recuperado para exacerbar el culto al líder máximo.

El 11 de abril vencerá demoledoramente la anti-política porque el narcotráfico no es apertura ni crecimiento económico aunque la perversidad de la política sí puede enraizar desde allí ese modelo fanático y dilatar conductas delictivas. De ahí que el anti-correísmo tiene que enfrentar al correísmo como una idiosincrasia. Una lucha cotidiana del bien para despojarnos del mal, la voluntad de justicia y dignidad contra la deuda, el saqueo público y la miseria humana.

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