Contra el derecho a opinar

En varias partes de este mundo se han elaborado listas que recuerdan las épocas y los lugares más lóbregos y tristes de la Historia. Parecería que hemos retornado a las “listas de proscritos” de los tiranos antiguos, a las de “indiferentes” de los jacobinos, a las de “enemigos del pueblo” de los regímenes comunistas, a las de “individuos de raza inferior” de los nacionalsocialistas… A todos ellos, en sus propias circunstancias, se les negaba el pan y el agua, pero sobre todo el derecho a pensar como a bien tuvieren, a mirar la realidad desde sus convicciones o su simple situación.

Ahora las listas de apestados se refieren a su activismo en defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Ellos son los actuales antisociales dignos tan solo de repudio y ostracismo; ellos no deben ejercer el derecho a expresar sus convicciones, no digo religiosas, ni siquiera científicas, filosóficas o jurídicas.

Estas listas de escorias de la especie humana se han publicado no solo desde niveles ínfimos de representación, vale decir desde grupos con evidentes acciones rayanas en la criminalidad (destrucción de bienes privados y públicos, actitudes e insultos grotescos ante todo tipo de personas y así por el estilo) hasta instituciones de aparente renombre internacional. Entre estas se cuenta el “Foro Parlamentario Europeo para los Derechos Sexuales y Reproductivos”; este menciona una serie de asociaciones unidas por vínculos de fe, les acusa de ir contra esos derechos por dedicarse a defender la vida y la familia.

También son vituperadas por recibir financiamientos desde fuera de sus filas, pero, lógicamente, el Foro calla que él mismo recibe jugosas aportaciones monetarias de varias fundaciones internacionales.

Pero la extrañeza no va por los fondos sino por el derecho a tener convicciones diferentes a las suyas y a las de sus sostenedores. Se llenan la boca con palabras como “derechos”, “democracia”, “libertad”, pero en la realidad tratan de impedir cualquier palabra y acción en contra de sus ideas e intereses. Y a eso le llaman tolerancia.