Los efectos del paro indígena y popular continúan. El reciente cambio de los ministros refleja la derrota del programa fondomonetarista, que guía integralmente la política del Gobierno de Lasso, aunque sea justificada como transformaciones programadas.
Estos cambios de los secretarios de Estado se suman a los sucedidos durante el año de mandato, incluido el remezón después del primer Informe a la Nación. Por los diecinueve ministerios existentes pasaron treinta y dos personas; las carteras de Agricultura y Ganadería, de Defensa Nacional, de Gobierno son las más inestables y a ellas se suman el representante gubernamental del IESS, el director del Centro de Inteligencia Estratégica y el del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de la Libertad y a Adolescentes Infractores (SNAI).
El preámbulo de la reciente salida de los ministros de Finanzas, de Salud, de Transporte y de Obras Públicas, y del titular de la Secretaría de Educación Superior fueron dieciocho días de paro que evidenciaron la errada primacía de la política de austeridad fiscal, la falta de medicamentos e insumos en los hospitales públicos, la condición estrepitosa del sistema vial, así como la inaccesibilidad a las universidades públicas.
Pero los reemplazos de los ministros cesados no prometen una lógica diferente a las acciones convencionales del Gobierno neoliberal de la banca. Se trata de un recambio oligárquico, un reacomodo de los grupos económicos que gobiernan junto a Lasso, una continuidad del carrusel, de la década del prófugo, en el que funcionarios de una cartera pasaban a otra o se principalizaba a quienes ya servían en un ministerio.
Esas prácticas correístas armonizan con la crisis que enfrentan los recientemente posesionados. Las respuestas frente a las denuncias de deudas con el fisco y de probable evasión tributaria son nulas e insuficientes; permiten suponer que la especialidad de la casa, en el Gobierno nacional, es inhibirse del pago de las obligaciones fiscales.
El Gobierno insiste en su insensibilidad, le hace falta una catarsis urgente; caso contrario, la ingobernabilidad será mayor.