Consulta popular

La consulta popular es una ruleta. Nada ni nade garantiza una victoria, porque es un proceso electoral como cualquier otro, en el que tenemos contrincantes de diverso peso, influencia, talla e intereses. Son meses intensos de propaganda y de vivir la política como ya la conocemos, lamentablemente: “buenos” contra “villanos”. No es tampoco una iniciativa nueva. Ecuador es uno de los países en la región que ha hecho más consultas en una mezcla de referendo y plebiscito. Los resultados en cada intento han tenido diversas connotaciones e interpretaciones, además de comprender que, en cierto sentido, el resultado está condicionado por el capital político de quien la propone y los temas sobre la mesa.

Sin ninguna postura de determinismo, una consulta popular podría leerse como un recurso contingente al que se acude en términos de gobernabilidad si los problemas se convierten en dilemas, es decir, la ruta de navegación que plantea el Gobierno no tiene los respaldos políticos que necesita en la Asamblea y también hay diques en otros sectores que miran la realidad desde otras perspectivas. En este contexto, hay una disputa permanente entre las fuerzas políticas y se expresa de distinta manera. Una consulta puede proponer dos caminos: desatar nudos o cortar nudos, es decir, cambios con aroma de reforma o procesos drásticos. Entonces, preguntar al pueblo puede ser una posibilidad en distintos niveles.

La ganancia o la derrota de una consulta popular depende de varias variables como el apoyo mayoritario de quien la propone y no solo en el momento de su anuncio, sino en el momento de concurrir a las urnas, es decir, el capital político del proponente debe mantenerse en un periodo de tiempo sin perder de vista que las cosas podrían cambiar drásticamente, aún más en el Ecuador, en donde la incertidumbre es una realidad constante. Entonces, cualquier consulta se debe ganar antes del día de las elecciones y requiere de buenos interlocutores, pedagogía con la ciudadanía, comunicación efectiva y llegar a la sensibilidad de los electores. Del otro lado, también se debe analizar las estrategias de los opositores y en este contexto, no hay detractores pequeños, todos son válidos.