Es una historia inacabable. Ocurre especialmente en países pobres que paradójicamente necesitan cambios urgentes en la educación y al mismo tiempo, profundizan problemas por exigencias salariales, que destapan, lo que es peor, la escasa valoración al trabajo de los maestros.
La docencia es la profesión más visible y juzgada por la sociedad, porque “solo” produce conocimientos y no crea rentabilidad inmediata, desfasándose de intereses “economicistas” que subyacen en el mundo actual y que persiguen negocios y dinero.
La enseñanza, por así llamarla, es una profesión exigente, requiere en sus ejecutores: conocimientos, actitudes y aptitudes, además de un dominio de la psicología del comportamiento humano para ayudar a los alumnos en su desarrollo, para que luego piensen por sí mismos y resuelvan los problemas que se presentan.
Si alguna profesión requiere sacrificio y esfuerzo es la del maestro, su trabajo es difícil y la remuneración comparadas con otras, no llevan rostro con números, porque como ninguna, es una labor enteramente de especie humana.
Siendo el sueldo importante para todos, no se maneja con equidad. Hay grandes diferencias entre las profesiones y peor con quienes fungen de funcionarios por intervención política. Conocemos quiénes son y estaremos de acuerdo: “No podemos tener los políticos más caros del mundo y los maestros más baratos”.
Recordémosles a quienes dirigen la educación: no puede haber calidad en la misma con maestros mal pagados o con profesores faltos de iniciativa, mal preparados e irresponsables.
El presidente Lasso en su informe dijo: “Una reflexión ante la promesa de ayer, los retos de hoy y las exigencias del futuro”. En las necesidades nada habló de incluir en su agenda gubernamental un macro proyecto educativo. Quizá no siente o no lo hacen sentir: la educación es la columna vertebral del desarrollo.
Los conflictos con los profesores seguirán siendo históricos, si no comprenden que una educación mejor habrá con maestros bien reconocidos, mejor formados y constantemente capacitados.