Confianza para el cambio

Ana Changuín Vélez

La peor consecuencia de los escándalos de corrupción y de las recientes crisis políticas y sociales en América Latina es la falta de confianza que enfrenta la región. Me refiero a esa esperanza firme que una persona tiene en que algo suceda o funcione de una forma determinada; en política, la creencia de que los demás no actuarán de manera oportunista.

Philip Keefer, asesor económico del Banco Interamericano de Desarrollo, ha investigado exhaustivamente cómo la confianza o la desconfianza afectan a las políticas públicas, las reformas y la ruta para el cambio en los países. Sus estudios recogen que solo una de cada diez personas de la región considera que se puede confiar en los demás. Menos de una de cada tres personas confía en su gobierno, y los números descienden notablemente cuando se trata de instituciones como el Parlamento y los partidos políticos.

Si aterrizamos esto al contexto ecuatoriano, no cabe duda de que los ciudadanos coinciden en el deseo de contar con mejores condiciones de vida. Es lamentable que, incluso cuando las empresas y las personas actúan de forma honesta y los gobiernos hacen las cosas bien, la población continúa en desconfianza. En salud por ejemplo, es necesario que las personas confíen en sus médicos y sigan sus recomendaciones. En  seguridad, la reducción de la delincuencia requiere, entre muchas otras medidas, confianza en la Policía y en las instituciones de justicia para denunciar el cometimiento de un delito. Finalmente, todas las políticas públicas sin excepción dependen de que los ciudadanos contribuyentes confíen en que su gobierno utilizará los recursos públicos de forma eficiente, caso contrario, evitarán pagar impuestos, pues no tienen elementos que indiquen que ha mejorado la calidad de vida de la gente.

Es imperativo revertir esto y los gobernantes deben intentar recuperar la confianza de sus mandantes. Si bien la construcción de confianza pública es compleja y no hay un botón mágico para activarla, se debe considerar entre las medidas la eficiencia en el gasto público, servicios óptimos y una campaña poderosa que difunda y transparente hacia dónde va el dinero de los ecuatorianos y cada una de las promesas cumplidas por el Gobierno Nacional.

El camino es largo e intergeneracional. La confianza es la base de la cohesión social y si no se actúa rápido para producir más confianza en todos los frentes, no habrá solución para el lento crecimiento y para varios males que frenan el potencial de desarrollo en nuestro país.