Conciencia social y cordura

Alfonso Espín Mosquera

Que el correísmo vuelva de manera expresa —porque nunca se fue de las esferas públicas y ha permanecido tácita e inescrupulosamente listo a dar el zarpazo a este o a cualquier gobierno que se le hubiera puesto en frente— es una preocupación porque desgraciadamente hay tres tipos de adeptos de ese populismo llamado correísmo: los idealistas, que han creído en Correa como en el retorno del líder de un socialismo utópico; los ingenuos que se convierten en carne de cañón de toda movilización, a cambio de bonos y dádivas paternalistas, y los más peligrosos: la gavilla de pícaros vivarachos que se disponen a dirigir y a repartirse lo que encuentren al paso y se idean alguna forma ideológica de engañar a los dos anteriores.

Ciertamente el engaño es sutil, pues se les hace creer a los seguidores, la inmensa masa de ingenuos e idealistas, que se está repartiendo la ‘riqueza’ con justicia y entre todos. Me refiero a miserias y limosnas como bonos y ciertos beneficios sociales que no inciden mayormente en las circunstancias ni económicas y peor en el derrotero del país; todo a cambio de un compromiso ciego que no admite cuestionamientos ni raciocinio.

Mientras eso pasa, los líderes que han logrado mayorías en el poder Legislativo y tienen a sus propios miembros en los órganos de control e instituciones públicas están acomodados y gozando de los placeres del poder, cuidados de otros aliados: los miembros de las Fuerzas Armadas que han sido divididas a tal punto que la tropa se rebele contra la oficialidad y se den ascensos que no tienen sentido, pero que llevan poder y riqueza para quienes nunca hubiesen estado en estas circunstancias, salvo porque una de las estrategias de estos llamados ‘socialismos posmodernos’, que son populismos disfrazados de ideologías revolucionarias, es la división en todos los estamentos e instituciones y personas, de tal manera que se reine sin problemas.

En este cometido hace falta la fuerza para la sinrazón. Es necesario comprar a los sectores ‘desposeídos’ para tenerlos listos a defender el sistema establecido y, entonces, se pueden confiscar tierras, bienes inmuebles y más, para repartir lo ajeno y sostenerse en el poder.

Todo esto es preocupante, pero mucho más la falta de conciencia de la gente, el poco sentido común y el olvido de una ética laica que no es moral personal, sino un comportamiento público válido que mantenga vivo el respeto a los demás, la honestidad, la probidad de los magistrados de justicia, la efectividad y diligencia de los servidores públicos y hasta algo que parece imposible: la ilustración y cordura de los asambleístas, de lo contrario, la descripción de este proceso seudo socialista-populista será un hecho con consecuencias fatales para todos.