¿Cómo será? Pero el juicio ‘va porque va’

Una buena mayoría de ciudadanos siente una profunda decepción frente a la clase política, pues sus acciones se han convertido en un juego burdo y vulgar en el que se disputan espacios miserables de poder y, en ese afán, no importan las verdades, cuanto la más escalofriante maldad e ignorancia, bien para juzgarse unos a otros o para aplicar la ley a su antojo.

La Asamblea es la tribuna del escándalo y más allá de lo desprolijos y mediocres que son sus miembros, totalmente lejanos de lo que alguien denominó para sus cargos, ‘los padres de la Patria’ son sujetos que viven de la picardía y los amarres. Se cambian de un bando a otro sin conciencia ideológica y con el mayor descaro posible, algo así como que solazan de sentirse perversamente falsos.

Hoy por hoy están detrás del juicio político al presidente, sin entender o pasando por alto el hecho de que hay que singularizar la infracción imputada al primer mandatario, con la correspondiente tipificación penal según la LOGC y la Constitución.  Los asambleístas, que se han empeñado en el juicio político, no saben que la conducta de la infracción de comisión por omisión solo se puede aplicar a los delitos contra la vida, la libertad e integridad personal, la salud y no así al cohecho, concusión y peculado, por lo que no existiría ningún delito del que se le impute al Presidente de la República.

Cabe preguntarnos si no saben o si se hacen, pues asesores tienen; a no ser que, como dice el refrán popular, “las cosas se parecen a sus dueños”. Esto, trasladado a la Asamblea, sería: los asesores se parecen a sus jefes; pues en el desatino de derribar al presidente surge una frase, más como un estribillo que como una verdad consciente: “el juicio político va porque va”.

Lo que asusta de todo lo visto en las actuaciones de los políticos no son los errores solamente —eso sería de humanos— sino más bien la responsabilidad ciudadana que tenemos al haber elegido a semejantes jumentos, por su puesto con poquísimas honrosas excepciones.

Lo que vemos en la Asamblea es la manifestación de la crisis social, pues aunque no nos sintamos representados por esos sujetos ni sus movimientos políticos, son lo que hay, como se dice ordinariamente, o porque nadie en su sana y digna vida quiere prestarse para ser candidato a asambleísta, o porque ciertamente la fama imputada a los mismos es una bochornosa realidad, o porque desde la comodidad de nuestras desgracias, hemos permitido que los oportunistas sin mayor preparación, pero sobre todo sin ética, se apoderen de esos cargos y nos gobiernen, lo cual está pasando en los poderes del Estado, con factura para el pueblo llano.

Solamente queda pensar en una renovación del hombre en sus más altos valores y en la importancia de la instrucción para esperar un cambio que signifique la prosperidad y la paz tan ansiada para todos los nacionales. De lo contrario, seguiremos cavando un hoyo en cuya profundidad nos ahogaremos todos, sin importar la filiación ni la tendencia política.