Cómo acaban las dictaduras

Manuel Castro M.

La verdad es que no se sabe nunca cómo acaban las dictaduras. Unas subsisten porque tienen al pueblo con miedo (Irán, Rusia); otras porque las respaldan los militares y contra la fuerza armada el pueblo es impotente (Cuba, Venezuela, Nicaragua). México ha sufrido “dictaduras constitucionales” y con AMLO sigue la película, pues ya prepara su sucesor si no puede ser él mismo.

Hay unas dictaduras que, como dice Bioy Casares, son “las reducidas a la compadrada”, como se refiere a los peronistas, que son los sucesores y detentadores de cadáveres (Perón y Evita), cuyas imágenes, especie de santones, son aprovechadas por gente como Menen, los Kirchner y a medias por Fernández.

En el Ecuador hemos tenido ‘dictablandas’ cuando han tomado el poder los militares, que, asustados, después lo han devuelto al pueblo, mediante elecciones o consultas sobre nuevas Constituciones. En el pasado, verdaderos dictadores en la práctica, serios y constructores, fueron García Moreno y Alfaro, cuyo final sí se conoce, pues el poder en estos casos no duró o lo cortaron con terribles asesinatos.

Pero las dictaduras no mueren, mientras el pueblo sigue durmiendo, resurgen con todos sus males, opresión, limitación a las libertades, violación de los derechos humanos (Bukele), miseria, pues la economía solo dirigida por el Estado es un fracaso (URSS, China).

No se sabe cómo terminará la dictadura del zar Putin, invasor y autócrata. No es suficiente que el pueblo se canse, exterminado en la guerra por su gobernante, así triunfe en una guerra donde todos pierden. Es un misterio lo que piensan los militares. Todavía ciertos grupos que tienen sueños de opio marxista: volver al imperio muerto de la URSS. La Historia no ayuda para predecir en un pueblo tan valioso pero siempre atormentado y al que el dolor ha vuelto ‘ango’.

La dictadura de Cuba es mantenida por fantasmas heroicos: Castro, el Che, el antiamericanismo. Y hasta ahora los fantasmas solo han destruido el hambre sostenida y la libertad encapsulada, pero no siempre. Venezuela y Nicaragua, son feudos militares, dirigidos por un Maduro vividor y un  Ortega traidor a una revolución esperanzadora. Sobre su fin solo hay sospechas, no evidencias.