Colombia convulsionada

Las protestas multitudinarias inundaron el país norteño. Las reformas tributarias pusieron en jaque el ‘establishment’ del gobierno de Iván Duque.

El 28 de abril se convocó al Paro Nacional, en medio del tercer pico de la pandemia del coronavirus, por las insatisfacciones del 42% de pobreza y 15% de pobreza extrema, quemaron suelas en las calles.

La represión estatal ha afectado los derechos humanos. Bogotá, Medellín, Cali (epicentro de la protesta) desafiaron decretos de suspensión, toques de queda. ‘Temblores’ (importante organización en defensa de los derechos humanos) reportó más de 50 víctimas, alrededor de 1500 casos de violencia policial y decenas de desaparecidos.

En Cartagena se montaron mesas mediadoras con los militares. Cali es un cóctel explosivo, cuyo tejido social está roto: 21% de la población es pobre. El narcotráfico, la guerrilla ELN y los disidentes de las FARC son preponderantes.

María Fernanda Valdés y Kristina Birke, de la revista Nueva Sociedad, describieron la reforma tributaria denominada eufemísticamente Ley de Solidaridad Sostenible para pagar la elevada deuda, frenar la pérdida de inversión internacional y pagar programas sociales. Se socializó a puerta cerrada en la casa de Tomás Uribe, hijo del expresidente. Duque tuvo oposición en el Congreso hasta del partido cercano Cambio Radical, a pesar de que Álvaro Uribe inició diálogos de consensos.

La reforma subía el IVA de servicios públicos y el costo del combustible; golpeaba a los sectores medios que no ganan ni el salario mínimo. No afectaba a las élites. La desconexión entre la tecnocracia y la academia con la sociedad civil se simbolizó con un huevo en las pancartas de las protestas. El Ministro de Hacienda afirmaba que 12 huevos, en Colombia, cuestan menos de su precio real y la academia ortodoxa apoyó las reformas.

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