Colación guardada

El país exige explicaciones profundas a los campeones del cinismo sobre la alimentación escolar caducada en una bodega de Riobamba. Según datos oficiales, consta un millón de galletas y 400 mil raciones de colada dañados desde 2017 en la provincia de mayor desnutrición infantil. No es asunto de malversación de fondos públicos o desfachatez desbordada e impúdica sino del hecho descriptivo más peculiar de indolencia en la colección de tropelías heredadas; paradigma de la hambruna y de la cotidianeidad de la población indígena en la serranía de nuestros días.

El problema de un escándalo añejo entremezclado con más y nuevos escándalos: la falta de medicamentos en los hospitales del IESS, reducción del presupuesto para la educación pública, subasta de cadáveres en las funerarias que son ofertados por burócratas del 911; el consumo de agua contaminada con metales pesados y bacterias que causan parasitosis aguda; el agua que escasea, o no llega a escuelas y colegios rurales; mientras nuevos estudios reorganizan la telaraña del covid-19 en las comunidades del Chimborazo: niños menores de 5 años con retraso de peso y talla.

Es que la pandemia fue un acelerador del hambre y desnutrición crónica; motivo de la anemia entre mujeres jóvenes y del escaso crecimiento de niños y bebés. Así, a los seis meses de gobierno lassista, la prioridad sería entrelazar programas: alimentarios, sanitarios, sociales, medioambientales y económicos para salvaguardar la vida de nuevas generaciones. La alimentación de niños indígenas más que una actitud humana preocupante, responsable, dinámica y proactiva se trata de la mala nutrición étnica de un segmento en la pobreza extrema y un costo del 4,3% del PIB del país.

Esa comida caducada escolar carcomida por roedores y palomas es una magia incomprensible que lleva a preguntarnos qué tan efectivas fueron las políticas nutricionales y la seguridad alimentaria durante el correísmo morenista contaminado por ineficiencia administrativa, sobornos y corrupción. El actor Woody Allen contaba que un mago hizo un gesto y despareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia; y en otro, acabó con la guerra. Pero, vino un político hizo un gesto y desapareció el mago. Agregaría que en un gesto, hasta la colación de los niños pobres.

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@kleber.mantilla