Clasificados a Catar

En esta época de características cambiantes, los ecuatorianos nos sentimos identificados como tales solo en el deporte, sobre todo y de manera especialísima, en referencia a la selección nacional masculina de fútbol. Hace pocos días esta selección alcanzó el anhelado cupo para participar en el Mundial de Catar; la euforia mostrada por los hinchas alcanzó niveles altísimos.

Como aficionado a este deporte me atrevo a hacer un escueto análisis del proceso: nuestra selección alcanzó ese objetivo por sus propios méritos. Pero sus jugadores debieron enfrentar algunos tropiezos, en primer lugar por sus propios errores, cometidos o por falta de fundamentos técnicos o por distracciones; en segundo lugar por la evidente parcialidad de algunos árbitros con el pito y con el VAR. En más de un partido algunos jugadores contrarios debieron ser expulsados con tarjeta roja directa debido a faltas descalificadoras contra los nuestros; decisiones dudosas a granel en tiros de esquina, saques de banda, fuera de juego…

Hemos visto a otras federaciones quejarse duramente a la FIFA por haberse sentido perjudicadas, como es lógico no recuerdan cuando fueron favorecidas; considero que actúan correctamente, como dicen los italianos (tristemente fuera del Mundial): “hazte pasto y te comerán las vacas”.

Todo sumado, debemos felicitar a nuestros jugadores de la selección de fútbol por haber alcanzado la clasificación al Mundial de Qatar; entre los varios aspectos positivos nos enorgullece que hayan jugado de igual a igual con selecciones de nivel mundial, que no se hayan achicado ante nombres ni famas. Ese grupo de jóvenes nos han dado un ejemplo claro de entrega y coraje. Desde este rincón de una gradería imaginaria les aplaudo y les pido que sigan ese camino con valor y humildad; no permitan que los humos se les suba a la cabeza y les hagan creerse ya campeones de la Vía Láctea.

Nota: Me disgusta del fútbol la idolatría de las masas a ciertos jugadores, rayana muchísimas veces en la ridiculez y el servilismo sin dignidad. Idolatría incentivada por ciertos periodistas.