César Ulloa
En Venezuela, la dictadura conocía los resultados antes de las elecciones. La comedia estuvo planificada al milímetro como en comicios anteriores. La confianza de Maduro y sus acólitos se explica por una causa mayor: el Socialismo del Siglo XXI supo cooptar a gobiernos, empresarios, diplomáticos y políticos con petrodólares durante la mayor bonanza económica de ese país. Así, el chavismo silenció a una parte significativa de personas, dentro y fuera del país llanero. Esto explica la votación fallida en la Organización de Estados Americanos (OEA) y la imposibilidad de encontrar una ruta alternativa.
Este capítulo en Venezuela se ha reiterado en las tres últimas elecciones y expone por completo a la dictadura y sus aliados. Colombia, Brasil y México sintonizan con Maduro, aunque suavizan sus declaraciones con abstenciones y ausencias en la OEA. Colombia y Venezuela mantienen relaciones cercanas debido a la afinidad de sus gobernantes con la guerrilla y su participación en los procesos de paz colombianos. Lo de Brasil es ilógico, ya que Lula no podría convertirse en un líder continental si actúa en contra de la voluntad popular, mientras que México se acerca cada vez más a los exgobiernos del Socialismo del Siglo XXI. La relación con Cuba es clientelar: inteligencia política a cambio de petróleo.
Hoy, la dictadura de Maduro está en su fase más cínica. Ya no importa la opinión mundial, el aislamiento, la represión, el tejido social roto ni posibles bloqueos. Mientras tenga el apoyo de Rusia, el silencio de China y el respaldo de varios gobiernos del continente, Maduro seguirá operando a sus anchas, paradójicamente a vista de todos.
Los resultados inmediatos son una cuarta ola migratoria, el refuerzo de privilegios para los militantes del Socialismo del Siglo XXI, la regresión de derechos sociales, políticos y económicos para la mayoría, y un posible escenario de conformación de grupos armados pro democracia, aunque suene contradictorio.