César Ulloa
Éramos un país querendón, de vecinos y vecinas, de risas, abrazos y solidaridad. No faltaba un café para el invitado o, incluso, para el colado que nunca faltaba. La chispa costeña, la sal quiteña y los chistes pastusos se confundían en un mar de alegría, así dicho con cariño y aventura. Una taza de agua a la olla y teníamos sopa para toda la tribu. No faltaban las carcajadas en los parques y las plazas, así como la espumilla, el helado de Salcedo, el encebollado, la sopa de fideo, un locrito con aguacate, un ceviche, el café con pan a la tarde y los bolones a la mañana…. Éramos eso y más, y mucho más. ¿Qué nos pasó?
Llegó el populismo y arrasó con la paz, porque inflamó los ánimos de las personas con odio, revanchismo y venganza. Todo el tiempo, el líder mesiánico y sus cortesanos polarizaron el ambiente. Incluso, llegaron a dividir a las familias en buenos y malos, pelucones y pueblo. En esta triste escena se pelean padres contra hijos, hermanos, esposos y esposas, como si a los macabros políticos les interesaría el bienestar de los ecuatorianos. Hasta ahora no nos recuperamos de los discursos venenosos.
En ese orden de ideas, si algo sabe producir el populismo, sin ninguna duda, es destrozar el tejido social, dividir, fatigar, hostigar, quebrar. Este juego perverso favorece a sus intereses, porque es el único ganador. Basta mirar lo que sucede, dolorosamente, en Venezuela, dramáticamente en Nicaragua, y el virus que inocularon en Ecuador, sin embargo, varios sectores de la sociedad civil, prensa, gremios, Fuerzas Armadas y Policía no caímos en la trampa de la fórmula cívico-militar y el populismo autoritario.
La reconstitución del tejido social no es fácil ni rápida; demanda energía, voluntad, paciencia, respeto, tolerancia, pedagogía, compromiso con el Ecuador. No podemos postergar la reconciliación, porque ahora tenemos problemas más severos como la penetración del narco, la búsqueda de la impunidad y el populismo con deseos de ganar las elecciones. Que no quede esfuerzo alguno para la anécdota. Recuperemos ese país querendón, de vecinas y vecinos, biodiverso, de colores y sabores.